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20131216

Hay que estar muy enfermo para considerar que el toreo es 'arte'

Un tópico que escuchamos de forma frecuente nos habla del "arte de torear". ¿De qué están hablando? Por más plasticidad que algunos se empeñen en ver, torear no es más una simple técnica que no se diferencia en nada de los espectáculos circenses. Esas mujeres que se cuelgan de su propio pelo de un trapecio, esos funambulistas que caminan sobre una delgada cuerda, ese domador que hace pasar a un tigre por un aro de fuego, ese futbolista que hace un fabuloso quiebro, ese prestidigitador que saca un conejo de una chistera... Todos ellos deberían ser considerados "artistas" por esa misma lógica.

Pero no nos engañemos. Para que una cosa pueda tener la digna categoría de 'arte' debe ir acompañada de un concepto claro: trascendencia. El arte con mayúsculas no es fácil, ni barato. Cuando una pieza musical de Giovanni Gabrieli [1563-1612] es interpretada 400 años después estamos hablando de un evento extraordinario que ha dejado su marca indeleble en la memoria por la eternidad. Comparar eso con un "pase" de un tipejo como José Tomás se puede considerar una auténtica prostitución de la palabra "arte". Hay que obligar a estos gilipollas a que dejen de denigrar la palabra "arte".

Para que una cuestión pueda ser considerada 'arte' ha de tener un soporte físico [partitura, lienzo, libreto, etc] que permita su conservación. Artistas fueron Van Gogh, Mozart, Leonardo da Vinci. Poner a Ortera Cano o el Cordobés al mismo nivel que un verdadero artista es un auténtico insulto para el arte. ¿De qué arte está hablando esta pobre gente? Ofende al razonamiento - y al mismo arte - que lo que no es más que una simple habilidad quiera ser pasada por arte, cuando -claramente- no es más que un show, risible y patético por lo demás, supuestamente cargado de épica, gallardía y romanticismo. Quien piensa que el toreo es 'arte' sufre una fiebre muy alta que le hace creerse sus propias mentiras. No hay ninguna "verdad" en el "arte" de Cuchares, sólo un gran engaño colectivo, una enfermedad tremebunda que convierte a los aficionados a esa cosa en seres espectrales deshauciados por la Historia. La sociedad actual no está dispuesta a aceptar esa cuestión ni como cultura ni como arte.

El mejor arte, el único, el auténtico, será abolir de forma definitiva esa aberración y sacarla de nuestra vista.