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20160529

Clases de solfeo

Cuando tenía 14 años, un día, nos propusieron en la escuela unas clases de solfeo. Me dije, ¿por qué no? El encargado de impartir aquella "actividad extraescolar" era el hermano pequeño del director, que acababa de llegar de California. WWWWoooooowwww!!! ¡California!, dijimos. Era el lugar donde estaban todos aquellos hippies tumbados al sol con geranios en el pelo... ¡Genial!

El tipo llevaba un look imponente, con sus genuinos Levi's desgastados. Más de una vez me he reído de la gente que compra sus tejanos rotos en un centro comercial. Y encima paga por ello. Jajaa, que pringaos. Los verdaderos y genuinos tejanos desgastados son los que ya no pueden con su existencia y han sido roídos por las polillas. 

Con aquel tipo aprendimos a dibujar la clave de sol. Supimos lo que eran el tempo, una octava, una semicorchea, un sostenido, un acorde, qué era la armonía y qué el ritmo. Etc, etc. Tres semanas fueron suficientes para que aprendiéramos a escribir una tosca partitura. 

Al principio todo fue muy comedido. El tipo trajo un achacoso tocadiscos y nos puso sonatas de Chopin y Beethoven. Teníamos un piano, así que uno por uno pasamos por allí para practicar. Yo lamentaba no haber pillao un cacharro de esos con siete años. Con mis kilométricos dedos hubiera sacado petróleo de las teclas.

Estábamos un poco cansados de música clásica, así que le pedimos que pusiera algo "moderno". Y entonces el tipo sacó de su cartera un disco mítico. Había cuatro tipos con casacas de colores chillones rodeados de una tribu de famosos. 
Y entonces... entonces hubo un momento mágico. Fue un momento que marcaría mi vida. Sí, porque desde entonces cada vez que oigo el sonido del sitar y la tabla hindú me siento como hipnotizado. No tanto como para abrazar el hinduismo y ponerme pachuli, pero la espiritualidad de la música hindú, incluso de sus aportes en la música pop occidental, no tiene rival. Es como cuando Mowgli fue seducido por la serpiente Kaa con sus ojos en espiral. La magia invade el aire:

20160522

Niyaz

Al principio parece música iraní auténtica. Pero en realidad se trata de un producto made in USA con una hermosa etiqueta: Worldbeat. Niyaz es un combo de música étnica y electrónica capaz de venderle armonías de aire sufí al público occidental. Y la verdad es que consiguen su objetivo con creces. 

El grupo fue creado en 2004 por el DJ Carmen Rizzo, especialista en dulcémele, un instrumento de cuerda que además lo es de percusión. Es un antecesor del piano, aunque no posee teclas, y tiene su origen en Oriente Próximo, probablemente en el santur persa. En España fue muy utilizado en el siglo XII. 

Rizzo contaba con la colaboración de la hermosa cantante de origen iraní Azam Alí. Nacida en Teherán en 1970, Ali pasó la mayor parte de su infancia en Panchgani, India. Ella y su madre se trasladaron a Los Ángeles, California, en 1985, donde descubrió el santur persa. En Los Angeles, por cierto hay una considerable comunidad iraní establecida desde hace muchos años. 
Al grupo se unió el marido de Ali, Loga Ramin Torkian, quien toca varios instrumentos, entre ellos el alquitrán de Azerbaiyán, el saz turco y el guitarviol, una guitarra de su invención que se toca con un arco, adaptación de un instrumento del siglo XIV. Torkian participó anteriormente en la banda Axiom of Choice, y sacó varios álbumes entre 1996 y 2002. 

La música de Niyaz viene envuelta en un remolino místico con un toque moderno. Es una mezcla de sufi y trance. Adapta los sonidos populares del Golfo Pérsico, India y el Mediterráneo en una afortunada mescolanza. Poesía sufi y aire espiritual rumi, con instrumentación electrónica occidental.

Del álbum The Fourth Light Nıyaz ofrece una nueva interpretación de la canción tradicional afgana con poesía adicional y música original compuesta por Azam Ali y Loga R.Torkian. El videoclip de Sabza Ba Naz (The Triumph of Love) fue elaborado en Montreal y producido por el artista visual Jérôme Delapierre en 2015. Un trabajo musical y audiovisual notable.

 

20160518

El Evangelio según San Nadie

Patrón de los sosos, los aburridos, los pagafantas, los intrascendentes y los irrelevantes, San Nadie nació en Antioquía en el siglo IV. Su verdadero nombre era Muermus Valium. Sus padres, una pareja de bibliotecarios mudos, ni siquiera se dieron cuenta de que había nacido. Su talante aburrido bien pronto le granjeó la indiferencia de toda la comunidad cristiana de Anatolia. Hombre de poca personalidad y carisma, solía aplastiñar a cuantos le rodeaban explicando parábolas sobre las olivas rellenas de anchoa. Su falta de gracia provocaba un sopor profundo en la concurrencia. Pero Muermus pronto comenzó a darse cuenta de que poseía un don para la sanación... ¡podía curar el insomnio! Desgraciadamente, en la Antioquía del siglo IV esa enfermedad no existía. Todo el mundo dormía a pierna suelta tranquilamente.

El pobre Muermus quería ser santo y necesitaba curar a algún enfermo. Estuvo unos días en el barrio de los leprosos, los cuales morían entre bostezos con sólo oírle. Tuvo que salir por piernas al tercer día en medio de una lluvia de muñones. Después le petó un grano de pus a un adolescente, pero eso todavía no estaba considerado como milagro. San Clerasil se llevaría todo el mérito años después.

Después de que una vecina padeciera una fatal narcolepsia, huyó al desierto. Permaneció allí 40 días y 40 noches hasta que se le presentó Satanás. El demonio intentó tentarle con los típicos vicios de la carne. Presentó ante él un pibón que cortaba el hipo con sólo mirarla. Muermus comenzó a hablarle de como se abren las olivas antes de meter la anchoa y la tía se durmió. Ni siquiera osó captar un simbolismo sexual en semejante cháchara. Muermus era, aparte de tedioso, muy poco atractivo. A Satán también le entró sueño y estuvo roncando durante 40 días y 40 noches.

Muermus se convirtió en santo por pura casualidad. Ocurrió un día que se quedó roque mientras se explicaba historias a si mismo. Durmiendo entre unos matorrales, su cabeza reposaba sobre un nido de libélulas. Cuando despertó era de noche y se dirigió con paso vacilante hacia la ciudad. Percibía un extraño resplandor sobre su cabeza. Por un momento pensó que Dios le había convertido en una farola. ¡Ay no, que eso es del futuro, que todavía no existe! Sumido en tales pensamientos, llegó a la ciudad. Y entonces todo el mundo vio la luz que rodeaba su testa. En las puertas de la ciudad los peregrinos cayeron rendidos a sus pies. La aureola que brotaba de su alborotada cabellera era un signo de santidad. Fue llevado ante el obispo y allí mismo le dieron el carné de santo.

Convertido ya en San Nadie, consiguió una beca para estudiar en Roma. Era un buen momento porque el emperador Diocleciano estaba tirando a los leones a todos los cristianos. Muermus se sentía ilusionado al saber que tenía muchas posibilidades de ser martirizado. Consiguió su propósito de ser llevado al Coliseum después de explicarle a un centurión romano que Cristo consiguió que las anchoas se metan dentro de las olivas por su propia iniciativa. 

Sorprendentemente, los leones del circo no lo consideraron siquiera como entrante y pasaron de él. La verdad es que el tipo era bastante flaco y reseco. Ni para comer era divertido. San Nadie se sentía decepcionado. Su fama como santo se vería empañada si no moría con el consecuente martirio. Para colmo, al emperador le pareció graciosísimo el show y le propuso hacer una gira por todo el Imperio. En un anfiteatro en la Galia Cisalpina, Muermus consiguió que los leones ni se apercibieran de su presencia. Acabaron devorándose entre ellos en medio del delirio del público. Otro día, en Dalmacia, los leones se echaron a dormir, aturdidos ante su presencia.

Las cosas estaban tomando un cariz tragicómico. Si se enteraban en su pueblo que no había conseguido ser devorado por las fieras le iban a quitar el carnet de santo. Pidió a Diocleciano ser quemado en una cruz untado en brea, a lo que el emperador se negó en rotundo. Había un floreciente negocio de apuestas alrededor de Muermus y Diocleciano obtenía muchos beneficios con ello. "Por nada del mundo te llevaría al martirio, amigo mío", le dijo. Esa era la paradoja. No alcanzar el martirio era para San Nadie el peor de los suplicios.

A pesar de que su carrera como santo estaba incompleta, San Nadie continuó aburriendo con sus sermones a la incipiente cristiandad. La moda del momento era escribir evangelios. Por supuesto, él escribió El Evangelio según San Nadie. Era un relato sombrío y con poco vuelo literario donde se aseguraba que los pescadores que acompañaban a Cristo en el Tiberiades pescaban anchoas y después las metían dentro de las olivas. También escribió el Codex anchoae revelatio olivum. La obra fue quemada después del Concilio de Nicea, no por herética, sino por su falta de importancia. Ningún historiador la ha echado en falta desde entonces.

San Nadie es el patrón del aburrimiento. Su onomástica se celebra el 31 de septiembre. Entre los llamados Nadie no ha habido nadie digno de mención.

20160508

¿Es un cani un exponente de la clase obrera?

Owen Jones es el típico gurú de esa izquierda dominada por el pensamiento "políticamente correcto", un dogma que ya dura demasiado. Es una tendencia que usa palabras clave, como "progresista", "sostenible" y "solidario". Por supuesto escribe en The Telegraph y The Guardian y se preocupa por los "problemas sociales".

Hace unos cuatro años escribió el libro Chavs, la demonización de la clase obrera. Para que nos entendamos, en el Reino Unido chav es un término despectivo equivalente a lo que en España conocemos como cani. Es decir, se trata de un individuo con la misma cultura y nivel intelectual que un caracol. Es el típico tío o tía que escucha a Camela, ve los realitys de Tele-Circo y admira a Cristiano Ronaldo. El problema es bastante más profundo de lo que parece porque una mayor parte de la población sufre un proceso de canicización, en mayor o menor grado. Es decir, del proletariado de élite, o de los restos de lo que una vez se llamó "clase media", cada vez queda menos. Cuando oigo hablar de la "proletarización de la sociedad" me muero de risa. La cosa es todavía peor. No es que quieran convertir a la población en sórdidos proletarios. No, los quieren convertir en algo mucho peor.
Según Jones, burlarse de ese tipo de gente está muy feo. Una parte de los medios de comunicación ha convertido a los chavs-canis en blanco de sus burlas. Incluso los usan como pretexto para eliminar "derechos sociales" porque, ¿para que proteger a esta chusma?

Este es un tema que me preocupa desde hace muchos años. La pregunta es... ¿un cani puede ser calificado como "clase obrera"? ¿La clase obrera no tiene otro destino que ser hortera, soez e inculta?

Lo que hoy conocemos como cani tiene un nombre en la tradición marxista: lumpenproletario. Parece que estos intelectualoides de medio pelo no se cortan ni un ídem en tildar de "clase obrera" a un esperpento con chandal tachonado de logos corporativos, con un peinadito rapadito de inspiración nazi y lleno de tatuajes. Owen Jones se atreve incluso a citar a Karl Marx, queda divino, pero ignora que el marxismo no aprecia en absoluto al proletario que no hace esfuerzo alguno por ser mejor que esto:
El 15 de septiembre de 1850 Marx escribía:

Le decimos a los trabajadores: Tienen por delante quince, veinte, cincuenta años de guerras civiles y luchas populares, no sólo para cambiar la condiciones existentes, sino para cambiarse a sí mismos y hacerse aptos para el poder político.

Ciertamente, un cani no es apto para ostentar el poder político ni que se lo regalen.

Tanto Marx como Trotsky [grandes teóricos de la emancipación de la clase obrera] insistían en el comportamiento, los modales, el uso de un lenguaje correcto y una apariencia digna como objetivos a alcanzar por el degradado proletariado industrial para derribar el orden impuesto. [VER]

Cuando Marx inventó la palabra lumpenproletariado se estaba refiriendo a un subproducto de la clase obrera sin formación, sin modales, sin elegancia y sin nada de lo que hace civilizado a un ser humano. El lumpenproletariado era una subclase afín al sistema vigente, pues de una manera u otra cumplía con sus propósitos y vivía a expensas de él. Marx lo definía como una cohorte de prostitutas, bailarinas, macarrillas, borrachos, apostadores y gente de mal vivir.

Marx y Trotsky opinaban que un integrante de la clase obrera debe ser refinado y cultivado. Un verdadero integrante de la clase obrera debe adquirir cultura, conocimientos e instrucción que lo equiparen a la élite que le domina. Su nivel intelectual debe ser insuperable. No se trata en absoluto de ser un snob de mierda que trata de aparentar modales de clase alta. Para nada. Un verdadero proletario de clase baja debe usar el estilo soez y malcarado cuando conviene. Un proletario auténtico tiene conocimientos de francés suficientes para saber qué significan los términos savoir-être y savoir faire.

De ninguna forma un cani puede ser considerado un exponente de la clase obrera. Cabe recordar como el proletariado embrutecido de los años 30, en Alemania, apoyó masivamente a Adolf Hitler y nutrió sus "tropas de asalto", las SA.

Un lumpenproletario es alguien que piensa con el estómago. Es capaz de verder su alma al diablo por un bocadillo de chorizo.

Cuando hablamos de la "clase obrera" [o de la "clase media proletarizada"] tenemos que referirnos a una élite del pensamiento que protagonizará la próxima revolución. Las clases oprimidas que se sienten frustradas por no poder participar en las decisiones del poder son peligrosas por definición. A lo largo de la Historia estas "segundas líneas", excluidas del poder, han sido protagonistas de los grandes cambios sistémicos.

Los chavs-canis no forman parte de la clase obrera en absoluto. No son más que un residuo de la misma, sumido en la alienación, la manipulación y el engaño. Ya basta de insultar a la clase obrera comparándola con esta chusma.

Un cani, o chav, es sólo una subespecie dispuesta en todo momento a cumplir las órdenes de la clase dirigente. Le basta con que le den un poco de ropa con un logo de moda.   

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20160504

March of A Clockworck Orange: Gen Original

Momentos álgidos de la historia de la música hay pocos. Uno de ellos es esta "Marcha de la Naranja Mecánica", incluido en la BSO Original del film de Kubrick, 1971, una excepcional película de época, mito entre los mitos, donde lo más bruto, sucio y sórdido se traduce en una plasticidad imparangonable. Nunca se ha conseguido llegar a cumbres semejantes.

Estuve buscando la versión original por YT y otras plataformas y el resultado es... que no está. No existe. El gen original sólo lo tengo yo y he decidido publicarlo para que os muráis de placer. 

Curiosamente, esta es una de las primeras obras de música electrónica de la historia. Y narra de forma indescriptible uno de los mejores pasajes de la Novena de Beethoven, Oda a la Alegría, con un vigor renovado.

Fue obra de Walter Carlos, quien sería conocido como Wendy después de su operación de cambio de sexo.

Atención al minuto 3 del audio.