En los inicios de todo, sólo existían la radio y el gramófono. Mucho ha llovido desde que en 1925 se prensara y comercializara el primer
vinilo. Por aquel entonces, los discos pesaban media tonelada y giraban a velocidad de vértigo encima del plato. A partir de la Segunda Guerra Mundial es cuando verdaderamente la música se convierte en un artículo de consumo para las masas. Con el
boom económico de los años 60's, los aparatos de reproducción comienzan a invadir nuestras vidas.
1967: Todo consistía en un sencillo
tocadiscos, de plato pequeño, idóneo para poner singles. Los 60's fueron una época de sencillos (A+B), de ahí la comercialización masiva de modelos como este mítico Cosmos
monoaural, cuya tapa servía también de altavoz. No obstante, una vez abierto el maletín, la longitud del brazo permitía también introducir un
LP, aunque cabía por los pelos.
El
tocadiscos y el
vinilo bien pronto comenzaron a tener una dura competencia: LA CINTA DE CASSETTE. A principios de los 70's se empiezan a comercializar en España los primeros
radiocassette mono. Sólo tenían una ventaja y es que se podían grabar canciones de la radio. Los aparatos de cassette, a pesar de que la oferta de cintas no fue en principio muy abundante, suponían una seria amenaza para el formato
vinilo. Eran fácilmente transportables y muchos funcionaban también con pilas.
La respuesta del
vinilo a este problema logístico consistió en la invención del
comediscos, un
aparatejo que sólo servía para poner singles y al que se puede considerar culpable de más de un millón de
rayotes. No se llamaba '
comediscos' por casualidad: devoraba literalmente los discos, los cuales se introducían por una rendija. El hecho de poder llevarlo colgado como un bolso lo único que hacía era acelerar la defunción de los pobres discos.
Y para colmo, el sector cassette lanzaba al mercado modelos cada vez más pequeños. Los cassette mono de sobremesa se vendieron a millones y duraron por una temporada. Tenían la ventaja de ir con pilas, pesar muy poco y llevar el altavoz incorporado.
No obstante, tanto el formato cinta como el formato
vinilo tenían un defecto: la limitada duración de las audiciones. Cada 20-30 minutos se tenía que cambiar la cara. De esta forma, durante un tiempo se popularizaron los
magnetofones de bobina, rudimentarios, pero que al menos garantizaban horas de audición. Los problemas eran muchos: calidad de grabación y, sobre todo, el continuo
encasquillamiento de la cinta en los cabezales.
Aún así, el
tocadiscos era el reproductor preferido para los amantes de la alta fidelidad. A pesar de que no se podía transportar, un buen
tocadiscos en casa era imprescindible. A mediados de los 70's y principios de los 80's todo el mundo tenía un
tocadiscos estereo en su casa, con dos enormes
bafles con cubierta de madera. Los más sofisticados, optaban por comprar la etapa de potencia, el amplificador, la radio y el tocata por separado. Son equipos que siguen estando muy bien valorados. Y para los problemas de duración de las audiciones, existía un tipo de
tocadiscos que llevaba incorporado un brazo articulado bajo el cual se podían almacenar varios discos, que iban cayendo según el brazo
fonocaptor llegaba a los surcos finales. Los críticos decían que ese sistema perjudicaba a los
vinilos.
Izquierda, plato con brazo articulado - Derecha, tocadiscos años 70's
Pero la guerra entre el vinilo y la cinta de cassette estaba lejos de acabar. El vinilo jugaba con el prestigio de su gran tamaño y de ir adornado con hermosas portadas, pero la cinta había apostado por su versatilidad y facilidad de transporte. El aparato de cassette sufrió un proceso de miniaturización que nadie se podía imaginar. El lanzamiento mundial del walkman en 1981 supuso todo un acontecimiento entre los amantes de la música. Andar por la calle oyendo música como si estuvieras en tu habitación era un invento similar a la rueda y el fuego. Todo el mundo se te quedaba mirando. En los primeros tiempos, un walkman costaba el equivalente a unos 500 euros actuales, pero pronto fueron bajando de precio y durante los años 80's todo el mundo tuvo varios (se rompían con mucha facilidad)
A pesar de todo, el mercado presentaba una gran paradoja. Los amantes de la música no compraban cintas de cassette originales, sino que continuaban comprando
vinilos. Con ellos se hacían copias piratas, conectando el
tocadiscos mediante un
jack al nuevo invento de la industria: el radio cassette
estereo. De esta forma, se podían ir escuchando por la calle recopilaciones en cinta, hechas a medida con los mejores cortes de los
vinilos. Este tipo de piratería primaria tuvo su repercusión, con campañas como la lanzada en Gran Bretaña a principios de los 80's, cuyo lema era "
Home taping is killing music" (Grabar en casa es matar la música) Para que se vea que la polémica que conocemos hoy en día viene de lejos.
El sistema consistente en grabar del
tocadiscos a cinta de cassette virgen mediante un cable tenía un problema. Los murmullos de fondo, unidos al sempiterno desencaje de la endeble cinta continuaban dando más valor de reproducción al
vinilo que al cassette. Quedaba claro que la cinta sólo servía para poder transportar música de un lugar a otro. Célebres son las imágenes de películas de los 80's en las que se ve a un negro con un radio cassette inmenso al hombro. Aparte del
walkman, la industria del cassette también comenzó a sacar al mercado grandes y pequeños aparatos estéreo con los altavoces incorporados. La cinta de cassette parecía que se estaba comiendo el mercado, pero una vez más, los
fans continuaban comprando
vinilos de los que después se hacían copias piratas de mala calidad.
La multiplicidad de soportes y sistemas de reproducción requería un
aparatejo si cabe más sofisticado. Escucharse un disco de arriba a abajo había pasado a la historia y lo que el público quería eran recopilaciones. Para ello, era preciso un sistema para grabar de disco a cinta, de radio a cinta o de cinta a cinta. Y de ahí nació la
minicadena con doble pletina, que comenzó a comercializarse masivamente a finales de los 80's. Y con ella, vino un nuevo invento que intentaba abrirse paso desde hacía algunos años: el reproductor de
CD. Las
minicadenas iniciales incluían la opción de comprarla con o sin el lector de
CD's. Como la gran mayor parte de la gente sólo tenía cintas y
vinilos fueron muchos los que prescindieron del
cd.
Entrados los 90's, muchos grupos continuaron publicando sus obras tanto en
vinilo como en
CD, hasta que al final el
vinilo fue prácticamente desechado. Al parecer, salía bastante más caro y tenía costes adicionales de transporte y almacenamiento. Muchos fueron los que certificaron su muerte. La cinta de cassette, que había tenido un éxito fulgurante ante el
vinilo, también tenía los días contados. La historia durante los años 90's se resume en la lenta implantación del nuevo soporte sobre los tradicionales. No hubo grandes novedades en cuanto aparatos de reproducción, a no ser la progresiva sofisticación de los aparatos portátiles de reproducción de
cd's.
SIGLO XXI
Llegamos al siglo actual y con él nos hallamos ante un invento que ha revolucionado del todo la historia de los formatos, soportes y reproductores. El ordenador como reproductor de música y el almacenamiento en todo tipos de discos duros y periféricos ha propiciado por una parte una gran difusión de la música y por otra su práctica destrucción. El debate sobre las "redes de intercambio" pone al rojo vivo las polémicas de los años 80's. El nuevo formato digital se ha llevado por delante a la cinta de cassette, que
dejó de fabricarse en España hace un par de años. Los reproductores de pequeño tamaño y gran capacidad permiten horas de audición con una calidad más que aceptable.
Sin embargo, en los últimos años se están oyendo muchas voces favorables a favor del
vinilo. Son muchos los
disk-
jockeys, locutores de radio y expertos que indican que el
LP tradicional tiene mayor calidad de audición.
Charlie Faber,
disk-
jockey de "Radio 3" dijo hace algunos años que no se puede comparar la calidad de sonido de un
vinilo con la de un
cd. Esto tiene una explicación científica, según
La Historia del Vinilo:
"Muchos serán quienes se pregunten cómo puede resultar mejor el sonido de un giradiscos que el de un reproductor de CD. Pero la razón es bastante simple, dado que lo más importante reside en la naturaleza del sonido, y sólo después, en la calidad del soporte. El sonido de un disco de vinilo es analógico desde la fuente hasta la salida; no experimenta cambios de onda decisivos en un buen equipo. La información sonora de un compact es, en cambio, digital. Al salir, se debe convertir nuevamente en analógica y, para ello, ha de reducir las curvas originarias de sonido a 0 y 1, con lo que se pierden matices. Quizás sea esa la razón por la que, el pasado año, Sony/Philips lanzó la idea del reproductor de CD Super Audio, con el reclamo de que el sonido poseería «la misma calidez del vinilo".
Diego A.
Manrique también se refirió a este tema en un artículo en "El País", con el sugerente título de
El futuro será primitivo:
"Las discográficas siempre aspiraron a simplificar su modelo de negocio. Conspiraron para cargarse el single por poco rentable. Y reemplazaron el disco de vinilo por el CD. Felizmente, el vinilicidio no se consumó. Los dj se resistieron a perder su soporte favorito y la demanda creció con las tropas retro, los amantes del beat, el soul, el punk. Ahora el vinilo es tendencia. Hasta las multinacionales vuelven a prensar y comercializar vinilos".
Un gran debate se abre con todo esto, mientras la industria continúa pensando en la mejor manera de dificultar la piratería. Tampoco pueden olvidar que la edad dorada de la música va acompañada de un vinilo con una hermosa portada. ¿Va a volver el vinilo?