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20140415

Yo quiero tener 7.000 millones de amigos y así más fuerte poder cantar

Antes de empezar a cantar, observemos el siguiente gráfico:
Es sorprendente saber que hace 50 años la población mundial no llegaba a los 3.000 millones, con lo cual podías ir de picnic sin encontrar aglomeraciones ni embotellamientos. Que bonito era ser  dominguero en aquellos años. Pero a la peña le ha dado por la producción intensiva. Nunca me había preocupado saber cuanta gente hay en el mundo, pero el gráfico es concluyente. En cosa de doce años la humanidad ha pasado de 6.000 a 7.000 millones por la cosa esa del fockifocki. El asunto tiene una asustante dimensión exponencial. Ya lo dice la Biblia: creced y multiplicaos. Y el Papa también lo dice: joded y no abortaos. Gracias a tan sabios consejos, la plaga humana llegará a los 8.500 millones en 2025.

Feo asunto donde los haya, francamente. No hace falta ser Nostradamus ni Gerald Celente para pronosticar que nos espera un futuro tan cruel como una foto de Belén Esteban en el Jalowin. Los países que tengan recursos naturales se pueden ir preparando para las peores carnicerías. Desde este blog les aconsejo que comiencen a emigrar en masa hacia la Atlántida, Marte, o más lejos, si pueden. Los recientes "conflictos" en Irak, Afghanistán, Libia, Siria y el vigente en Ucrania llevan a pensar que cualquiera que tenga en su territorio un producto esencial o goce de pasadizos estratégicos para cañerias de gas o silos de misiles será pasado a cuchillo sin piedad. De hecho, hasta el que tenga una mísera producción de aguacates se puede estar ya santiguando. De derechos humanos vamos a ver cada vez menos, porque conforme más humanos haya, menos valdrán sus derechos. La gran masa amorfa, apiñada, adocenada, aglomerada, recibirá instrucciones subliminales del Gran Marrano a través de sus medios de idiotización masiva. Vota Mariano. Vota Gusano. Compra vómitos de avestruz. Etc. En el occidente occidental las masas desempleadas ocuparán los desérticos centros comerciales en busca de una vivienda barata. Los restos naufragantes de la clase media se convertirán en el enemigo de las clases dominantes. Aparecerán grupos cada vez más radicales e incluso habrá una invasión zombie. Con un poco de suerte, Belén Esteban sufrirá una mutación espantosa sobre una camilla infectada de chinches en un quirófano en Miami. Y con otro poco más de suerte, los mercados financieros se irán a pique en un glorioso día de marzo. Todos los capullos del mundo descubrirán de pronto que sus dineros y sus valores se reducen a CENIZAS, NADA, CERO PATATERO. Ya me estoy imaginando los titulares.

Mel Gibson recibirá un Oscar y un Aguacate

Lógicamente, el desplome definitivo de las bolsas y la enésima batalla por el control de las reservas de aguacates desembocarán en una guerra devastadora. El conflicto se iniciará con un contencioso atómico entre India Y Pakistán, al que se unirán posteriormente Irán y Corea del Norte. De ahí pasará a Afghanistán (estos pobres siempre reciben), lo que provocará un enfrentamiento directo entre Irán e Israel. Eso hará que USA, Rusia y China salgan del armario, momento que aprovechará Bin Laden (que no ha muerto, ni de broma) para enviar a sus muyahindin suicidas a Europa y USA, armados con bombas de neutrones y cúters. Por la radiación nuclear y la destrucción de infraestructuras no hay por qué preocuparse. Veintiocho años después, en los alrededores de Chernobyl crece un frondoso bosque por el que corren los ciervos y los zorros.

Tampoco hay por qué exagerar con las consecuencias de la radioactividad. Y en cuanto a las infraestructuras destruidas, no problem. Dick Cheney y Donald Rumsfeld demostraron en Irak que Halliburton lo reconstruye todo en un plis-plas. Y con grandes beneficios. Esto no solo reactivará la economía del Reich Occidental, en un planeta con sólo 2.500 millones de habitantes. En el nuevo mundo volverá a sonar la música de Glenn Miller y rubias de cuerpo tallado en látex harán volar sus faldas encima de los respiraderos del metro.