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20140625

¿Por qué cuesta tanto admitir que la vida es fruto de la casualidad?

Junto con Aristóteles y Albert Einstein, Charles Darwin fue uno de los grandes genios de la historia. Cuando yo digo que no se le puede cuestionar no es una afirmación categórica, dogmática o fanática. Darwin se puede cuestionar, faltaría más, siempre y cuando alguien proponga una teoría alternativa más lógica, aleccionadora y contundente. Hasta el día de hoy, eso no ha sucedido.

Cuando el el 24 de noviembre de 1859 Charles Darwin publicó El Origen de las Especies, provocó un rechazo visceral en buena parte de la sociedad británica. Muchas personas se negaban a admitir que el hombre y el mandril comparten un antepasado común. 154 años después las miles de evidencias fósiles sobre nuestros antepasados homínidos y su lenta evolución hacia el humano actual dejan lugar a pocas dudas. El hombre se originó trás un cambio climático que desertizó ciertas áreas de África, lo que obligó a una manada de monos a bajar de los árboles y caminar erguidos sobre sus patas para otear sobre la maleza de la sabana la posible presencia de predadores. Las sucesivas generaciones de monos acabarían por adaptarse a esta modificación morfológica para sobrevivir. Esto es así, así lo han refutado miles de estudios, y hasta que no se demuestre lo contrario es ridículo cuestionarlo. Punto 1.

Al pobre Darwin últimamente le están lloviendo palos a derecha e izquierda. Algunos izquierdistas sin escrúpulos han inventado el término darwinismo social como denominación de la crueldad del ultracapitalismo. De alguna forma, estigmatizan el pensamiento de Charles Darwin, como si este fuera el causante o inspirador de una ideología que prima la competencia sin freno, donde el más fuerte sobrevive y el más débil perece. ¿Por qué? Darwin lo único que hizo fue exponer que, tanto en el Reino Animal como en el Vegetal, el más listo, competitivo, fuerte y con mayor capacidad de adaptación tiene todas las opciones de sobrevivir. La vida salvaje no tiene piedad con los más débiles. Eso no es ideología; es una demostración objetiva. Darwin no tiene la culpa de que la Ley de la Selva sea la única divisa de los capitalistas cavernarios. Punto 2.

Por la derecha, Darwin también ha sufrido significativos ataques. Sobre todo, por parte de los creacionistas. Se trata de un grupo, seguramente financiado por iglesias evangélicas o similares, que se ha lanzado al cuello del naturalista inglés. En esencia, tratan de socavar sus teorías desde su propia base. No cuestionan que la evolución de las especies fuera tal como la presentó el científico británico, sino que los mecanismos evolutivos no son coherentes con el origen de organismos vivos en su estado más primario. Darwin desarrolló una magnífica y muy lógica descripción de como evolucionaron los seres vivos, pero partía de una premisa para la cual no tenía los medios tecnológicos actuales. Obviamente, él no tenía ni idea de lo que hay dentro de una célula.

Los creacionistas han tratado de arrancar el árbol de la teoría darwiniana desde sus raíces. El quid de la cuestión es la estructura del organismo unicelular desde el que supuestamente se originó la vida. Darwin no tenía los potentes microscopios actuales, ni había estudiado microbiología. Obviamente eso en su tiempo no existía. Así que ese grupo de científicos centró sus estudios en la naturaleza, estructura y funcionamiento de los aminoácidos, las proteínas y las cadenas de ADN para concluir que, debido a los complejos "mecanismos" de la estructura celular, la única conclusión lógica es que la vida fue obra de un diseñador inteligente. No dicen la palabra 'Dios' pero ahí te lo dejo.

Para quien se haya formado una idea estereotipada de esta teoría, proscrita incluso en los propios EEUU, podéis ver el documental que enlazo más abajo. Se puede comprobar que han tenido la precaución de presentarla bajo una óptica científica más que decente. Los argumentos técnicos están muy desarrollados, pero como veremos más tarde, desde el punto de vista filosófico y probabilístico presentan fisuras. Obviamente, no todas las personas estamos tan preparadas para entender materias microbiológicas tan densas. Así que los amigos creacionistas han tenido la amabilidad de proyectar algunos ejemplos divulgativos para que sepamos de qué están hablando.

 EJEMPLO Nº 1: Pensar que algo tan complejo como el ser humano surgió por casualidad es como pensar que un Boeing 777 puede ser fabricado por una racha de viento en una chatarrería.

Visto así, uno se hace creacionista ya mismo.

EJEMPLO Nº 2: Percibimos las cosas que han sido creadas por una inteligencia, dado que la naturaleza por si sola no las podría haber creado.
Rushmore [USA] A la izquierda, los cuatro presidentes. A la derecha, otra parte de la montaña.

Es obvio que según los parámetros de nuestra inteligencia, nuestro sistema sensorial y nuestro modelo de percepción, reconocemos a los 4 presidentes USA como algo que no ha sido creado por la naturaleza. También resulta [casi] evidente que las fuerzas de la erosión de la naturaleza no pueden tallar esas caras en la piedra. La naturaleza, "por casualidad" dificilmente podría reproducir un escenario similar. OK.

Sin embargo, fijémonos en la otra parte de la montaña. Podemos comprobar como la naturaleza, "por casualidad" ha sido capaz de dibujar un conejito que parece observarnos desde detrás de una roca. Tiene sus ojitos, su boquita, sus orejitas, una manita sobre la piedra y hasta su pezuñita. Es un escenario surgido de las caprichosas fuerzas de la naturaleza, irrepetible en todos sus contornos y características y, por supuesto, obra de otro tipo de inteligencia. Si algún ente con un cerebro desarrollado pero con un sistema de percepción sensorial y discernimiento distinto al nuestro, desprovisto de nuestros condicionamientos culturales, contemplara la montaña Rushmore, quizás le encontrara sentido "a la otra parte de la montaña", y ninguno a las caras de los presidentes. Aquello que percibimos como "obra de una inteligencia" está condicionado por nuestra percepción y nuestra cultura.
Por si hay algún listo por aquí que no quiere o no puede ver el conejo de Rushmore...

EJEMPLO Nº 3:  Pensar que la vida surgió por azar es absurdo. Es como si lanzáramos 1000 veces unas letras de Scrabble sobre una mesa y pretendiéramos que saliera correctamente escrita una frase de Hamlet.

Vamos con un desarrollo de probabilidades sencillo. La señora Felisa es inculta, analfabeta, no sabe de números y encima es pobre. Cada semana gasta 1 euro en la 6/49. 6 números en un bloque de 49 suponen más de 13 millones de probabilidades por apuesta. La señora Felisa podría estar años, que digo, siglos, intentando acertar con su eurito semanal sin conseguir jamás la combinación mágica. Sin embargo, por obra y gracia de la casualidad divina, un día, la señora Felisa... ¡acierta!  ¡El contexto es bastante pequeño! Hablamos de 1 PERSONA, 1 SEMANA, 1 BARRIO, 1 APUESTA, 13.000.000 de PROBABILIDADES. Y pese a todo, esa improbabilidad manifiesta curiosamente es muy frecuente.

Vayamos ahora con un contexto "un poco" más grande. Vivimos en un Universo de entre 13.000 y 15.000 millones de años. Es un escenario inmenso, con millones de galaxias de 150.000 años-luz de diámetro. La materia y la energía interaccionan en ese macroespectáculo dando formación a los más espeluznantes fenómenos. Es inconcebible y sin embargo sólo tiene una causa: la acción espontánea de la naturaleza. Hay quasars, agujeros negros supermasivos, cometas, enanas negras y estrellas de neutrones. La Tabla Periódica de Elementos es una certidumbre científica inalterable que nos muestra que sólo una limitada cantidad de átomos [helio, hierro, fósforo, magnesio, etc] tienen protagonismo en ese orgiástico escenario. Todos ellos poseen la capacidad de interactuar químicamente en un numero de ocasiones, circunstancias y lugares con probabilidades y resultados incalculables. En algún lugar de ese vasto imperio, de ese vasto tiempo y de ese vasto número de probabilidades, la más simple casualidad puede tallar las caras Rushmore, escribir los libros de Shakespeare con fichas de Scrabble, construir un Boeing 777, los aminoácidos, el ADN y hasta casetes de El Fary con gasolinera y todo. Eso sin contar con los universos paralelos de la mecánica cuántica, donde las fuerzas de la probabilidad impredecible del Señor Azar se multiplican hasta el infinito. 

El Azar está muy presente en nuestra existencia. La vida de una persona se puede ver modificada bruscamente por cualquier factor insignificante. Uno se olvida el móvil en el piso, sube a buscarlo y cuando vuelve a la calle encuentra al amor de su vida o lo atropella un coche. Un contratiempo completamente fortuito ha cambiado su vida irremediablemente.

Estos son los hechos. Quien sea capaz de hacer ecuaciones con el texto en negrita sacará las conclusiones obvias.

La idea de que las cosas suceden por simple y pura casualidad es sencillamente insoportable. Hay que tener una valentía sobrehumana para aceptarla. Es lógico y normal que mucha gente sienta terror ante semejante hecho. Unos, por vanidad, necesitan creer que tendrán una recompensa post-mortem, un cielo confortable con aire acondicionado. Otros sienten pavor ante la idea de que no haya un guión, un destino, una película con final feliz. Los más, viven condicionados por sofismas culturales incrustados durante siglos como que el Universo lo creó Dios. Y los Creacionistas, en concreto, tienen un pavor tremendo de que sus iglesias  dejen un día de ser rentables. 

Lamentablemente para ellos, 154 años después, Darwin sigue sin ser derrotado. Muy pocos científicos en el mundo pueden alardear de que sus teorías sean tan consistentemente respetadas durante tanto tiempo. Punto 3.