La Italia del Renacimiento es un escenario fascinante, plagado de suntuosidad. El creciente intercambio comercial con lejanos territorios del Oriente asiático había llevado a las repúblicas italianas de Florencia y Venecia a un incipiente capitalismo que se traducía en lujo y belleza. Esta nueva burguesía abominaba de la aplastante idea de Dios que prevaleció durante siglos en la Edad Media. Adoraba la belleza de un nuevo paganismo donde Venus volvía a ser Diosa de culto. Los viejos dioses de Roma, con su carga de simbolismo erótico, resurgían de sus cenizas en una época de estética impecable, de una belleza sin imperfecciones, en estado puro y virginal. Claudio Monteverdi es un ejemplo de todo ello. Aunque su obra se enmarca en los esteretores finales del Renacimiento y principios del barroco, este artista es un exponente supremo de un época donde el arte alcanzó sus más altas cotas de belleza y perfección.
En este breve fragmento podemos contemplar a la soprano catalana Nuria Rial, con el conjunto Arpeggiata, interpretando una pieza de este genial artista italiano.