20080226

El gran show del Destripador

Hoy vamos a desenmascarar de una vez por todas a Jack, el más famoso asesino en serie de la historia y, presumiblemente, el primero. Es algo discutible, porque el príncipe Vald Dracul de Transilvania también era un asesino en serie. Concretamente empaló a medio millón de turcos en una "serie" de estacas distribuidas a todo lo largo del Danubio Azul, o sea que lo dejaremos ahí. El caso es que los de Scotland Yard, en lugar de buscar a los Mohamed's que se dedican a poner bombas en el metro, hace un par de años se aburrían y decidieron hacer el retrato robot de Jack, que es el que veis en la foto de arriba. Según los autores de la misma, se basaron en testimonios de la época que dijeron haber visto al Destripador. ¡Qué cantidad de tonterías! El distrito de Whitechapel, en el este de Londres, está cerca de la zona portuaria, o sea, un tugurio rodeado por la niebla. En aquella época los muelles estaban plagados de fumaderos de opio, lo que, sumado a la sempiterna afición del pueblo británico por los brebajes de alta graduación, forman un coctel explosivo. Nadie que vaya tan ciego en medio del smog puede hacer una descipción concisa de un criminal con bigote. Para mí a quien realmente se parece este retrato robot es a...
Stacy Keach!!
...un actor norteamericano que en los años ochenta dio vida al genial detective Mike Hammer. Pero él no puede ser Jack, imposible. Primero porque el Destripador usaba sombrero de copa y no de cowboy. Y segundo porque obviamente Stacy no vivía en 1888, sino sería un inmortal superdotado. Me ha costado mucho llegar a esta conclusión, pero Mike Hammer queda descartado. Él no era el Destripador.
Rápidamente, un bloguero llamado Harpo montó una rueda de reconocimiento para que la población participara en la identificación del famoso criminal:
Particularmente sospecho de uno que está en la hilera de arriba que no es Freddy Mercury pero que puede estar muy cerca. Ya se lo dije a Scotland Yard: que la detengan, que es una peligrosa, mire usted. El caso es que Jack ha acabado convirtiéndose en una leyenda porque sus crímenes quedaron impunes. Y si el propio criminal ya era de por si un friki de cojones, los que llevan 120 años investigando su identidad no se quedan cortos.

SOSPECHOSOS DE SER JACK

LEWIS CARROLL: Vamos a ver. En 1888 Charles Dogson, alias Lewis Carroll, tenía 56 años, eso primero. Como se puede ver tenía una complexión física más bien enclenque, lejos de las facultades que se le suponen a la bestia que diseccionó con brutal precisión a sus cinco víctimas. Vale, dicen que él fue el inductor y que usó como emisario a un amigo suyo que encajaría en la descripción y que además dejó unos pictogramas en una de sus obras que venían a suponer una confesión de los crímenes. Al respecto cabe aclarar que el Times recibió en el momento de los crímenes unas cinco mil cartas de peña que declaraba ser el Destripador. Y es que lejos de considerar a Jack una bestia despreciable, la sociedad británica lo consideraba un héroe. El primero en enviar una carta al diario haciendose pasar por el Destripador fue el propio periodista encargado del seguimiento de los crímenes. Así es como estaba el patio. Sólo tres o cuatro de las cartas recibidas en la redacción fueron consideradas como auténticas. Y en cuanto a Lewis Caroll cabe decir que no hacen falta muchas nociones de psicología criminal para deducir que un tipo que en su momento se dedicaba a hacer daguerrotipos de niñas de 8 años semidesnudas y escribía novelas de naipes parlantes no puede ser además un asesino en serie, ni siquiera como inductor. Es como si yo, aparte de ser Groucho Marx fuera Chiquito de la Calzada. Es imposible.

Vamos a pasar por alto otras especulaciones que se han ido haciendo con los años. Que si el Duque de Clarence, hijo de la Reina y, obviamente, Príncipe de Gales, que si el cirujano de la Reina, que si un marinero que se aburría los findes, que si una prostituta que no se comía un torrao, que si una comadrona esquizofrénica, que si un tratante de arenques de Liverpool, que si un judío psicópata, que si todo estaba circunscrito a una conspiración masónica y cabalística... Cada dos o tres años sale un nuevo libros con tesis sobre Jack. Todo ello producto del imaginario colectivo. Pasaremos por alto estas masturbaciones febricitantes y llamaremos a Iker para que las saque en Cuarto Milenio.

Para mí el único sospechoso firme es el carnicero polaco Severin Antoniovich Klosowski, quien llegó a Inglaterra en la década de los 80 del siglo XIX, ahorcado en 1903, no por ser Jack el Destripador, sino porque envenenó a tres de sus mujeres. El inspector de Scotland Yard que seguía el caso lo consideraba el candidato nº 1 y una gran mayor parte de los expertos en el tema también...

Ante semejantes evidencias yo hubiera considerado el caso más que cerrado. Pero no, durante todo el siglo XX se han seguido haciendo especulaciones y más especulaciones sobre la verdadera identidad del Ripper. Algunas ya se las he dejado a Iker para que no se aburra. El tema vende, es innegable, hasta el punto de que en la década de los 60's existe un tema de Screaming Lord Sutch. Fabuloso tema, todo hay que decirlo. Pero el caso es que no hay década del siglo XX en que la figura de Jack no haya salido a la superficie. Y algunas de las "investigaciones" superan con mucho las propias excentricidades del criminal.

Veamos, si no, esta:

La que veis en la foto es la escritora friki de novelas de misterio Patricia Cornwell. Después de una visita a Scotland Yard se sintió impresionada con la historia de Jaimito el Cortajamón y de ahí nació su vocación de desentrañar su verdadera identidad. La tía se emperró en que Jack era en realidad el pintor Walter Richard Sickert, contando con la única evidencia de que sus pinturas revelan un auténtico 'instinto sádico' hacia las mujeres. En un arranque de furor uterino se gastó una fortuna en obras de dicho autor, llegando a pagar 70.000 euros por algunas de ellas. Es de suponer que después de cometer semejante estupidez, la tía se dio cuenta de que tenía que montar un tinglado de la hostia para incrementar su valor en las subastas de Sotheby's. Tanto dinero tirado a la basura es como para necesitar valeriana in the night para poder conciliar el sueño. Lo cierto es que las pinuras del tal Sickert se pueden denominar mínimamente como 'perturbadoras':
¿Cómo llamamos a esto? ¿Gatillazo?
Según todas las evidencias, el autor del cuadro parece más bien un tipo con algún tipo de disfunción sexual, más que un asesino en serie. Pero doña Patricia ya había puesto toda la carne en el asador. Así que, ni corta ni perezosa, contrató a toda una trouppe de forenses para que examinaran el ADN mitocondrial del adhesivo de los sobres de las tres o cuatro cartas que supuestamente el Destripador envió al Times con los restos de células que había en los cuadros. Vale. No hace falta ni ver cuatro capítulos de CSI Miami para entender que sin el amor protector de unos guantes de látex y de unas bolsas de plastiquillo que cierren el objeto de forma hermética, los restos de ADN mitocondrial que pueda contener el adhesivo de unas cartas de 1888 que han estado encerradas en un cajón de Scotland Yard son de aproximadamente cero patatero.