20161021

El "arte" de torear o el sofisma elevado a la enésima potencia

Sofisma: m. Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso.

Así define el Real Diccionario de la Lengua una de las artimañas más frecuentes entre los vendedores de humo. En la vida es frecuente encontrarse con todo tipo de charlatanes que mediante argucias, falacias o argumentos baratos tratan de convencernos de aquello que no tiene fundamento ni justificación. La retórica llevada hasta su extremo más freak tiene su ribete más creativo en el discurso taurino. Nunca se habrá visto una cantidad tal de sandeces convertidas en verdad absoluta.

He elegido un texto al azar, entre los miles que circulan por internet, para que tengáis un ejemplo:

El "Arte" de torear está arraigado en España desde hace muchos siglos. Ya en las prehistóricas pinturas rupestres se pueden observar dibujos de toros.

En otras palabras: la tauromafia procede de las mismísimas cuevas de Altamira. Fue la única tribu neandertal que no se extinguió. Es más que evidente que la aparición de animales con cuernos dibujados en las paredes es un signo de que el "arte" del toreo existe desde la Edad de Piedra, e incluso antes. Y además es un "arte" similar al de Goya. Los primeros pintores ya dibujaban toros en las paredes de sus cuevas. Es obvio.

En cuanto al "arte"... os invito a examinar una por una las 21 acepciones del RAE sobre la palabra arte, donde podréis comprobar que en ninguna de ellas se contempla que el toreo sea un "arte". Ni siquiera la nº 4 ("Conjunto de reglas para hacer bien algo") ni la nº 17 ("Malas artes") se acercan a la concepción del presunto "arte" taurino ni lo mencionan en absoluto. En resumen, oír a la tauromafia hablar de "arte" es más o menos lo mismo que oír un esfínter tocando un pasodoble.

Desde estos primeros contactos con el toro, se fue desarrollando poco a poco el arte de torear, hasta llegar a lo que hoy en día conocemos como La Lidia del toro bravo, variedad bovina que evolucionando desde razas de toros egipcios y uros europeos, han convertido al toro bravo español en una raza única y presente tan sólo en la Península Ibérica, sur de Francia y en Hispanoamérica.

Es curioso. Ahora resulta que el toro de lidia ya no es una "especie", sino una "raza" de vacuno, de mezcla ciertamente particular. Una "raza", por añadidura, con unas áreas de expansión tan dispares como Francia, la Península Ibérica e Iberoamérica. ¿Y por qué no en Japón o en Australia? ¿No será que "el toro de lidia" no es ni siquiera una "raza"? ¿No será que intentan hacernos tragar otro bulo de los suyos? Decir que el "toro de lidia" es una "raza" es tanto como decir que un boxeador o un karateka son una raza, pero estos tontos son mendicantes hasta la médula. La "raza brava" es su negocio, y la mentira su publicidad. Por una extraña casualidad, su "variedad bovina" o "raza" [¿en qué quedamos?] sólo se ha extendido a países de vergüenza donde su circo está permitido. Un dálmata es una raza de perro que puede existir en cualquier lugar del planeta, el "toro bravo" sin embargo es una "raza" de bóvido que solo existe en 7 países. Pero no contentos con cargarse todos los fundamentos de la lógica, la genética, la antropología y la geografía, intentan cargarse también la Historia:

En 1701, durante el viaje que realiza Felipe V a España para tomar posesión del trono, se celebra en su honor en Bayona una corrida de toros navarros en la que se comienzan a ver los lances de capa de El Licenciado de Falces (magistralmente inmortalizado por Goya en un aguafuerte), origen del actual toreo de capote que hoy conocemos.

Muy ladinamente, se olvida de decir que Felipe V provenía de la refinada corte de Versalles y que el acto con el que pretendían homenajearle en 1701 le causó una gran repugnancia. De hecho, una vez instalado en el trono, el nuevo amo de España trató a toda costa de prohibir lo que él denominaba "Las fiestas de los cuernos". Casi de forma inmediata, prohibió a sus nobles participar de un espectáculo que consideraba propio de las masas más embrutecidas y, de hecho, prohibió en 1723 torear a caballo. No es un santo de mi devoción, pero algo bueno debía tener.

España, un país plagado de bonitas tradiciones

El espíritu mendicante de la tauromafia es infatigable:

Desde entonces, y hasta nuestros días, este espectáculo sin igual en el mundo, donde el hombre arriesga su vida y desata pasiones en el ritual del arte y la muerte, ha formado parte de la cultura universal, siendo base importantísima de otras manifestaciones culturales como la literatura, la pintura, la escultura, la música, el cine, etc. Destacados artistas de los últimos siglos han fijado sus ojos en la tauromaquia a la hora de desarrollar su actividad; Goya, Mariano Benlliure, José Ortega y Gasset, Pablo Picasso, Ernest Hemingway, Orson Welles y Vicente Blasco Ibáñez son una buena muestra de ello.

"...Espectáculo sin igual que forma parte de la cultura universal...", ni más ni menos. Alguien debería decirle a estos memos que para que un "arte" sea "universal" tiene que estar reconocido como tal en todo el universo, o como mínimo en el planeta Tierra. Una función de teatro se puede considerar parte de la "cultura universal" porque el teatro es un arte que se practica en todos los países. En cambio, el toreo no es un "arte universal" porque ha sido prohibido en la gran mayor parte de los países donde se ha intentado 'exportar', entendiendo que aquello no era "cultura universal", sino un espectáculo degradante para el ser humano. Al respecto podéis leer la famosa lista de gatillazos taurinos elaborada por Luis Gilpérez. Los fracasos de la tauromafia al intentar conquistar "nuevos mercados" son innumerables.

Por lo demás, me parece más que evidente que el hecho de que Goya o Hemmingway plasmaran el mundillo de los toros en sus obras no implica para nada que los toros sean un "arte". Yo puedo pintar mañana un cuadro genial sobre los crímenes de Jack el Destripador, lo cual no implica que Jack sea un "artista" ni alguien admirable. Es el arte en si mismo el que es admirable, no el ejemplo que transmite ni la realidad que trata de plasmar.