20190318

Sobre gustos no hay nada escrito, y sobre mal gusto, menos

Sobre gustos no hay nada escrito porque es una cuestión de sensaciones químicas. Cuando alguien experimenta placer al contemplar un fenómeno de la naturaleza, obra de arte, una corrida de toros, un plato de comida, etc, ese placer es debido a reacciones químicas que los neurotransmisores transmiten al cerebro, de modo que el fenómeno es universal, tanto en un snob que escucha jazz o música clásica como en un garrulo que escucha a Paulina Rubio. 
Terror electroquímico fútbolístico-taurino en grado alfa
Esto es en lo que compete a la química pura. Pero luego está el tema de la calidad de las neuronas receptoras. Si el receptor, el centro neuronal que interpreta las emociones estéticas, no ha sido educado previamente, el cerebro puede interpretar como sublime cualquier mierda que le presenten. Un receptor poco evolucionado recibe emociones de alta frecuencia cuando escucha hip-hop flamenquillo de mala calidad porque su cerebro no ha recibido ninguna instrucción exterior para asimilar productos de más alta calidad. 

Es lo que ocurre con los canis que van en el autobús con el altavoz del móvil y nos tenemos que tragar su mierda de música. 
Este pobre perro se tuvo que poner algodón en las orejas porque le llegaban vibraciones muy chungas… 

La percepción y el juicio racional que provienen de la educación exógena del cerebro tienen una importancia esencial para determinar el grado de gusto. Por tanto, hablemos claro, SOBRE GUSTOS SÍ HAY ALGO ESCRITO. Lo estoy escribiendo yo ahora mismo. 

Un puto garrulo que se extasia con una hamburguesa del McRonalds sufre una alteración de sus sipnasis conductoras, con lo que sus fluidos electroquímicos se ven alterados. El receptor final de la emoción está determinado por un sinfín de condicionantes culturales chungos que le hacen identificar la basura con algo digno de interés. 

Todos sabemos que hay gente en el planeta Tierra a quienes la mierda les parece un manjar delicioso. Reciben el nombre de coprófagos. Es un ejemplo, digamos, de que la frasecita “sobre gustos no hay nada escrito” tiene sus límites. 

La emoción estética está provocada por una misma química. OK. El placer es equivalente, dado que usa los mismos procedimientos y cauces. OK. El cerebro se ve invadido por una intensa emoción placentera. OK. Pero el producto que la provoca es algo físico y tangible;. por tanto, valorable vía premisas. Las premisas no tienen discusión de ningún tipo, a menos que queramos poner en cuestión los valores culturales de la civilización. 

Hay que admitirlo. No es lo mismo el gusto de una persona inculta que el gusto de una persona culta. 

Así, la tesis se queda en una mera exposición de los vehículos de conducción del placer estético. No es lo mismo que la intensidad del placer sea equivalente a que la calidad de la percepción sea la misma. 

En conclusión: sobre gustos SÍ hay algo escrito.