Buscar en este blog

20110424

El ministerio de cultura francés declara los toros "patrimonio cultural inmaterial"

Estoy leyendo el libro "La Guerra de la Independencia", de Gérard Dufour, y no paro de alucinar. Podemos dar por hecho que dicha guerra es un episodio que demuestra que hasta la propia Historia se puede volver gilipollas. Resumo: los gabachos se dan cuenta de la debilidad militar de un Imperio en decadencia (Apaña) e invaden el país con el pretexto de una guerra con Portugal. Carlos IV tiene que rendirse a la evidencia y entrega el país en su totalidad a Napoleón. Este aprovecha los roces del rey con su hijo Fernando VII para profundizar en sus planes de conquista. En la mente del gabacho pequeñín hay dos planes: a/ aplicar en España un despotismo ilustrado de gran calado que modernice el país y b/ erradicar la dinastía Borbón como si fuera una plaga de langosta. Ciertamente, el enano este no tenía un pelo de tonto, porque ambas cosas se deberían haber hecho hace tiempo.

Sin embargo, no deja de resultar paradójico y contradictorio que los planes expansionistas de un dictador brutal fueran tan buenos. Asi pues, el pueblo llano español, haciendo uso de su furia característica en plan La Roja, a por ellos oe-oe-oe, se levantó contra el invasor. Sí, fue el pueblo bajo quien con puños y piedras comenzó los enfrentamientos contra el ejército francés. ¿El ejército español? Acuartelado y sirviendo de "fuerzas auxiliares" al ejército de Napo. ¿La Iglesia? Lanzando mensajes "de concordia" y condenando el levantamiento del populacho inculto. ¿La Nobleza? Lamiendo culos de camino a Bayona para ver que le sacaban a Napo. Estas son las clases dirigentes de este país. Ayer, hoy y siempre.

Tribunal Lecter

¿El pueblo? Si, para que nos hagamos una idea de los manolos y manolas que iniciaron la rebelión contra el invasor gabacho, hemos de imaginarnos seres humanos muy cercanos al hombre lobo, peludos hasta el paroxismo. Mujeres con bigote y hombres de enormes patillas armados con navajas de siete muelles descuartizaban a todo aquel que llevara un casco con plumas. La frase: "eres más bruto que un arao", se inventó entonces para describir al populacho. Casi seguro, el vulgo que poblaba las plazas de toros en aquella época.

Natualmente, semejantes muestras de heroismo han dado para loar el valor y arrojo del pueblo español en cientos de obras, entre las que cabe destacar la serie de TV Curro Jiménez. Qué ironía tan grande del destino que semejante derroche de épica solo sirviera para coronar como rey de España a un psicópata medio impotente amante de las corridas de toros. ¿Para eso se hizo una revolución heroica? ¿Para salir del fuego y caer en las brasas? Más de una vez he oido decir que el hermano de Napoleón debería haberse quedado como Rey de España y que el timbaler del Bruc se debería haber metido las baquetas en el culo.

En fin. Muestra de que tanto el pueblo español como el invasor francés eran gilipollas, está en el hecho de que los gabachos, aparte de una somanta de palos, lo único que se llevaron de España como souvenir fue un súbito interés por el deporte de los manolos, también conocido como tauromierda. No hace ni dos días, el ministerio de cultura francés ha declarado las corridas de toros como "patrimonio cultural inmaterial" debido a su "interés antropológico". Por descontado: "inmaterial", un rato largo. La tauromaquia a lo que más se parece es a la Nada, de tan inmaterial que es. Y de "antro", también, pues la tauromaquia es un antro lleno de fulanas, ladillas, macarrillas y catetos. Por mi como si los gabachos se la quedan para ellos solos y nombran a Michelito delfín de Sarkozy.