Los economistas son los charlatanes más prolíficos del mundo actual. La economía no es más que una cháchara inmunda donde fundamentalmente se habla de NADA. Adornar aquello que es insubstancial con términos técnicos e inglés de mercadillo siempre es muy efectivo para -como dijo Leopoldo Abadía- vender mierda con un envoltorio atractivo. Lo único cierto es que el lenguaje snob de los mercados financieros es una máscara para encubrir algo que no se diferencia en nada de las apuestas deportivas online, donde las modalidades están muy “diversificadas”. Si usted apuesta a que Pepe el Carnicero le romperá la tibia a un delantero del Granada en el minuto 83, y acierta, ganará un pastón. Ni siquiera se puede pretender tachar de ignorantes a quienes no entienden de economía. No es difícil encontrar garrulos que causan verguenza ajena jugar al trading con los 10.000 euritos que han ahorrado viviendo con y de sus padres. Hasta un garrulo sabe que no puede meter todos los huevos en la misma cesta. Pero estos van de listos y lo llaman “diversificación”.
El lenguaje elitista, desprovisto de ejemplos prácticos y metáforas, es la máscara de un falso discurso, repleto de falacias, y en ocasiones completamente absurdo. No hay más que remitirse a las hemerotecas para constatar que muchos, incluidos premios nobel de economía, naufragan en incoherencias tremebundas que no tienen sentido ni ninguna conexión con la realidad. O como mucho sólo tienen sentido en el contexto temporal y validez para un par de semanas. Si se busca el término "prima de riesgo" en una hemeroteca, se podrá comprobar que lo significaba en 1987 no es lo mismo que significa hoy en día. Misterios de esa "ciencia".
Una de las pocas personas que ha esbozado una metáfora digna de lo que está ocurriendo es el multimillonario George Soros, que compara la desrregulación con un petrolero que lleva su carga en un solo depósito, lo que lo lleva a pique. Naturalmente, que George Soros haga metáforas sobre la cosa esa de la economía en los documentales de Naomi Klein sirve de bien poco. George Soros es uno de los miles de criminales que debería estar entre rejas.
Los economistas tienen la obligación ética de popularizar y hacer familiar para el ciudadano en QUÉ se basa su “ciencia”. De otro modo, el lenguaje críptico y abstruso se convierte en una falacia antidemocrática que, por desprestigio del otro, acaba solidificando en lo que tenemos: una tiranía intolerable.
La economía, de hecho, no se diferencia en nada de las artes adivinatorias, la astrología, los fenómenos paranormales, la wija, la Teología, etc. Puede que el Tarot tenga más fundamento científico que la cosa esa. ¿Qué se puede esperar de un fenómeno -vamos a llamarlo así- que se basa fundamentalmente en valores subjetivos como el temor, la codicia, la "confianza", los rumores o los "soplos"? Un sinfín de cuestiones abstractas rigen nuestras vidas porque los dineros, como todos sabemos, son cobardes. Y de un cobarde nunca se puede esperar un comportamiento coherente.
El lenguaje elitista, desprovisto de ejemplos prácticos y metáforas, es la máscara de un falso discurso, repleto de falacias, y en ocasiones completamente absurdo. No hay más que remitirse a las hemerotecas para constatar que muchos, incluidos premios nobel de economía, naufragan en incoherencias tremebundas que no tienen sentido ni ninguna conexión con la realidad. O como mucho sólo tienen sentido en el contexto temporal y validez para un par de semanas. Si se busca el término "prima de riesgo" en una hemeroteca, se podrá comprobar que lo significaba en 1987 no es lo mismo que significa hoy en día. Misterios de esa "ciencia".
Una de las pocas personas que ha esbozado una metáfora digna de lo que está ocurriendo es el multimillonario George Soros, que compara la desrregulación con un petrolero que lleva su carga en un solo depósito, lo que lo lleva a pique. Naturalmente, que George Soros haga metáforas sobre la cosa esa de la economía en los documentales de Naomi Klein sirve de bien poco. George Soros es uno de los miles de criminales que debería estar entre rejas.
Los economistas tienen la obligación ética de popularizar y hacer familiar para el ciudadano en QUÉ se basa su “ciencia”. De otro modo, el lenguaje críptico y abstruso se convierte en una falacia antidemocrática que, por desprestigio del otro, acaba solidificando en lo que tenemos: una tiranía intolerable.
La economía, de hecho, no se diferencia en nada de las artes adivinatorias, la astrología, los fenómenos paranormales, la wija, la Teología, etc. Puede que el Tarot tenga más fundamento científico que la cosa esa. ¿Qué se puede esperar de un fenómeno -vamos a llamarlo así- que se basa fundamentalmente en valores subjetivos como el temor, la codicia, la "confianza", los rumores o los "soplos"? Un sinfín de cuestiones abstractas rigen nuestras vidas porque los dineros, como todos sabemos, son cobardes. Y de un cobarde nunca se puede esperar un comportamiento coherente.
Es de suponer que cada época ha contado con sus propios charlatanes. A finales del siglo XIX y principios del XX hubo una gran burbuja de vendedores de remedios medicinales. Se ofrecían unguentos, jarabes, crecepelos, pócimas, aguas milagrosas y todo tipo de fraudes para todo tipo de males. La cartera y la oferta estaban tan diversificadas como la economía actual.
No obstante, y en un contrasentido más, no se puede decir que los economistas, Krugman entre ellos, no supieran las consecuencias de lo que estaba ocurriendo con bastantes años de antelación. Aunque las consecuencias de los activos inmobiliarios que jamás de los jamases perderían su valor eran un problema facilón.
Vaya, vaya... Sección de economía de La Vanguardia, Foro Mundial de Davos, 26 de enero de 2003. Cuatro años y medio antes de la gran catástrofe. Ahora resulta que "los expertos" sabían perfectamente lo que iba a pasar. Nostradamus se debe estar muriendo de envidia.
Esto lleva a pensar que la tesis de una conspiración no está demasiado alejada de la realidad. Comenzó con la derogación de la Ley Glass-Steagall en EEUU. Adiós a los compartimentos-estancos entre banca comercial y banca especulativa. Todo gracias a las presiones del Citygroup sobre Clinton. Continuó con los dineros de la FED inyectados tras la explosión de la burbuja tecnológica. Credito barato al 0% de interés para todos los públicos, insolventes incluidos. Halló un medio de propagación con el crecimiento de Internet. Fue profusamente promovido por el clan Bush y la banca financiera. Siguió con el desmadre crediticio-inmobiliario, seguramente premeditado. Continuó con la "mutualización" de la deuda. A eso vino sumado el fin de los EEUU como gran comprador de excedentes industriales....Y así, se creo un lodo infesto. Y ya se sabe: a río revuelto, ganacia de pescadores. Perdón, ladrones.
Ahora la cuestión ya no se basa en si se puede recuperar el maravilloso modelo keynesiano surgido de la II Guerra Mundial. El "contrato social" o halfware state con el que el capitalismo se revistió de un "rostro humano" se ha roto. Es una afrenta, un desafío. Es LA GUERRA. Si lo que pretenden es volver a las condiciones del siglo XIX, la respuesta sólo puede ser una: NO!