La desaparición súbita de la niña británica Madeleine McCann en un complejo hotelero de Praia da Luz, en el Algarve portugués, en 2007, ha provocado desde entonces ríos de tinta y, no cabe decirlo, un lucrativo negocio donde el morbo cumple un papel esencial.
Al respecto cabe hacer dos consideraciones importantes. Sólo en España se denuncian unas 8000 desapariciones de niños al año. En el pasado 2016, la policía aún tenía pendiente esclarecer la desaparición de 200 niños. Todos los países sufren un drama similar. Según un "mito" que corre por ahí, en EEUU desaparece un niño cada 90 segundos.
Por tanto, cabe considerar, ¿por qué Madeleine McCann ha tenido un trato mediático preferente? Los que son políticamente correctos dicen que es porque la niña cumple ciertos patrones raciales, socio-económicos y culturales. En efecto, se trata de una niña de raza caucásica, rubia, de ojos grises y de clase media alta.
Es todo un ejemplo de clasismo. El clasismo es una supraenfermedad que engloba cualquier otro tipo de catalogación de raza, sexo o condición social. Y, ni que decirlo, la principal plaga del siglo XXI.
La segunda consideración importante radica en el intrincado funcionamiento de la mente anglosajona. Los británicos son gente aficionada a esos relatos de Agatha Christie en los que un nutrido grupo de selectos invitados, en una lujosa mansión, están jugando al poker. De repente se va la luz y, cuando vuelve, uno de ellos aparece con un cuchillo clavado en la espalda. Y ahí se inicia un interminable culebrón donde se analizan concienzudamente los movimientos de cada invitado, y su historial, con el fin de descubrir contradicciones en sus testimonios. ¿Por qué dijo usted que había un as de picas en la mesa, mientras que Mrs. XXX dijo que era un as de corazones? ¿Es cierto que Mr. XXX desapareció de la mesa entre las 9:30 pm. y las 1:00 am. y dijo que había ido a su habitación a cambiarse los pantalones porque le había caído un poco de brandy encima? Y al final, el asesino es el que "menos clase" tiene: el mayordomo.
Con este rollo, a uno no le extraña que en la isla de los pedófilos exista un mainstream media como The Sun. Todo es posible en el islote de los locos. Shakespeare: "Enviemos a Hamlet a Inglaterra. Allí están todos locos; así Hamlet no se sentirá extraño". [Ellos mismos lo dicen...]
Venga, vamos a vender un poco más de basura... |
La trama esquizoide anglosajona es un sistema ideal para montar culebrones interminables, pero muy poco útil para esclarecer los hechos. En lugar de usar la sabiduría latina, que se basa en provocar los sentimientos de culpa del autor del asesinato para que se delate a si mismo, usan un sistema ineficiente que vende muchos chismorreos, pero pocos resultados prácticos. De ahí que llevemos 54 años esperando a saber quien ordenó la muerte de Kennedy, 17 para saber quien puso los explosivos para la demolición de las Torres Gemelas y 10 para saber qué se esconde realmente tras la desaparición de Madeleine McCann.
Estos anglosajones, por lo visto, desconocen que se pilla antes a un embustero que a un cojo. De hecho, el primer detective de la policía portuguesa que investigó el caso, Gonçalo Amaral, dejó las cosas bien claras desde el principio. Los McCann son unos padres irresponsables que sedaron a su nerviosa hija mientras ellos bebían litros de vino en un restaurante de tapas cercano. Se encontraron a su hija muerta en la habitación y decidieron deshacerse del cadáver. Entre otras cosas patéticas, un estudio revela como al menos 20 personas entraron en la habitación buscando a la niña, contaminando la escena del crimen. Esto es algo que desencaja en personas relacionadas con la sanidad, que se supone han visto unos cuantos capítulos de esas series que narran los logros de la policía científica.
Luego descubrieron que la historia de un supuesto secuestro les iba a dar pingües beneficios y comenzaron a expandir todo tipo de rumores. Cuando Amaral publicó un libro en el que explicaba los resultados de sus investigaciones, los McCann se querellaron contra él. Le condenaron a pagarles más de un millón de euros por difamación. Al final, la justicia portuguesa le ha dado la razón al exdetective, en tanto que tiene derecho a su libertad de expresión. Cabe destacar, además, como la prensa británica tildó de "incompetente" a la policía portuguesa [sic], cuando la pura realidad es que el lugar donde ocurrieron los hechos es un complejo hotelero gestionado por una empresa británica [Max Warner], plagado de gente de alto standing proveniente del Reino Unido, donde los únicos portugueses que debe haber es personal de limpieza y camareros. Es una colonia del Imperio Británico de arriba a abajo.
Si es cierto, [que parece serlo], que Gerry y Kate McCann, los padres de la niña, montaron un truculento escenario para ocultar la realidad, la cuestión se ve ensombrecida por las presencia de no pocos sospechosos de pederastia en su círculo íntimo. Apenas dos días después de la desaparición, el gobierno de Tony Blair les asignó un RRPP para que filtrara todo lo que la prensa debía publicar sobre el asunto. Se montó, además, una suculenta "fundación" que recibía fondos públicos para investigar el caso. Las ventas de libros, entre otros, los de la madre de la niña, alcanzaron cifras millonarias. Todo un surtido de personajes variopintos se vieron beneficiados con "investigaciones" fantasma sobre el supuesto secuestro. Agencias de detectives con un solo empleado, farsantes profesionales, expertos en blanqueo de capitales y otros delincuentes han sacado tajada de este culebrón. El remolino de conspiraciones, que afecta a las más altas esferas del gobierno británico,y otros, complica si cabe más el esclarecimiento del caso.
Para darle más morbo a la cuestión, la policía portuguesa publicó en 2013 el retrato robot de dos presuntos secuestradores de Madeleine.
El asombroso parecido con Tony Podesta y su hermano John [íntimo colaborador de Hillary Clinton], ha provocado en EEUU otro remolino de especulaciones sobre la implicación de ambos en una red de pederastia de alto standing.
Se sospecha que ambos pasaban unos días en una casa perteneciente a Clement Freud [nieto de Sigmund Freud, miembro del Parlamento Británico y conocido pederasta], situada a unos 200 metros del bungalow de los McCann.
Uno de los más relevantes trabajos de investigación sobre este rocambolesco caso es obra de Richard D. Hall, quien se declara sick and tired de las tonterías mediáticas sobre la niña Madeleine. Son cuatro documentales demoledores que muestran los aspectos más sórdidos de uno de los mayores montajes mediáticos de la historia.
Podéis verlos en Youtube:
La verdadera historia de Madeleine McCann 1ª Parte
La verdadera historia de Madeleine McCann 2ª Parte
La verdadera historia de Madeleine McCann 3ª Parte
La verdadera historia de Madeleine McCann 4ª Parte