No cabe ya duda de ello. Si un gobernante de nuestro tiempo será recordado como un déspota carnicero, ese será George W Bush. Actualmente muchos se preguntan como un perturbado semejante pudo llegar a tener tanto poder. Las analogías con el emperador Nerón van más allá de la imagen del garrulo sanguinario que actúa bajo el paraguas de la legalidad vigente. Al igual que Nerón -y Hitler-, este psicópata fue capaz de urdir un "incendio premeditado" en su propio país para buscar un pretexto con el que afianzar su poder. Y al igual que Nerón -y Hitler- George Bush Jr. no dudó en buscar un chivo expiatorio para justificar sus ambiciones. Curiosamente, en los tres casos fue un enemigo distinto de las antiguas religiones. No exagero si digo que George W. Bush es un criminal de guerra que debería ser juzgado de igual forma que su títere, Saddam Hussein. No puede ser que un psicópata homicida, un asesino en serie, pueda vivir tranquilo sin que haya una orden internacional de busca y captura. Lo mismo vale para sus cómplices, José María Aznar y Tony Blair, quienes no dudaron en sumarse a los planes de este tirano para dominar el mundo. Que no se crean que van a poder vivir felices, ajenos a lo que en el futuro les pueda deparar la justicia. Más tarde o más temprano serán juzgados.
Sobre los paralelismos entre Bush y el emperador romano hay un libro muy interesante que conviene leer: ExedraBooks.com: EL NERON DEL SIGLO XXI GEORGE W. BUSH - JAMES HATFIELD: "-