No es que no sea legítimo levantarse contra un gobierno que lleva treinta años aferrado al poder, después de un golpe de Estado en el que murió asesinado el anterior presidente. El problema de estas "revueltas populares espontáneas" es lo que esconden detrás. Es bastante inverosimil que la gente se haya dado cuenta de la noche a la mañana que sólo tienen pan para comer y que el pan además va muy caro. Es muy posible que tanto en Túnez como en Egipto los EEUU quieran deshacerse de un dictador anquilosado puesto por ellos mismos. Hasta los dictadores tienen fecha de caducidad. A la CIA le basta con mover cuatro mecanismos mediáticos y poner a trabajar a sus hombres de paja introducidos en partidos, organizaciones, sindicatos, mezquitas, redes sociales y blogs, para hacer que la gente se levante y salga a la calle. Todo muy bonito, como ya hemos visto en diferentes escenarios. Esas "revueltas" espontáneas concitan las simpatías de la opinión pública en el primer mundo. El pueblo egipcio (pide) más libertad y un cambio sustancial.
Derribar a Hosni Mubarak es una necesidad, pero el problema viene con el recambio. No pasará mucho tiempo para que veamos por las calles de El Cairo a un islámico, moderado por supuesto, vestido con simple camisa y americana, dispuesto a pactar un nuevo modelo con todas las partes opositoras, incluso con las que forman parte del poder. Las directrices corto-medioplacistas de las corporaciones transnacionales tienen agenda y protagonistas. La cuesitón es instaurar un nuevo orden, sea en formato A o formato B. Quizás dentro de no mucho mejorará el nivel de vida de los ciudadanos, que creerán haber participado en una "revolución". Pero el ilusionismo es la droga que inyectan los tramoyistas que mueven los hilos. EEUU está tratando de imponer un tipo de política determinada en el Magreb, liderada por la superdemocracia marroquí, cuyos gobiernos conformarán un todo monocolor muy afín a Israel.