Se va confirmando la victoria de Mariano, el mejor amigo de "los mercados", aquel que vendrá a poner el cinturón de austeridad a los siempre sacrificados y obedientes españoles. Pero tranquilos: este post no va a analizar la jornada electoral, de resultados previsibles, que hemos sufrido. Total, ha ganado el candidato que "los mercados" necesitan. Hubiera sido una reiteración innecesaria filmar una tercera entrega de la tragedia grecorromana, dirigida por el hollywoodense Goldman Sachs. El pueblo español es inestable como la nitroglicerina y si está motivado puede protagonizar gestas que van mucho más allá de la Eurocopa y el triunfo de Massiel en Eurovisión. "Los mercados" se podrían encontrar con una reacción espontánea, como la que se produjo a principios del siglo XIX, cuando todos los manolos y manolas de España se enfrentaron con uñas y dientes al ejército más poderoso de Europa. Tal demostración de valor no sirvió de nada, por supuesto, porque el revolucionado pueblo puso en el poder a un psicópata impotente amante de la Tauromierda. Como decía Freddy Mercury, "el show debe continuar". La obediencia congénita del pueblo español, un pueblo acostumbrado a metamorfizar en persona a ese bravo toro que muere agradecido en la plaza, es capaz de las heroicidades más ridículas. En esa clave cabe interpretar la victoria del Partido-Pijo, el que cuenta entre sus fila con más encausados en casos de corrupción. Y además con mayoría absoluta. Así de absurda es España.
Pero, no, en este post hablaré de una inquietante conversación que tuve con mi hermano hace unos años. Mi hermano y yo íbamos en coche por una carretera oscura como la boca de un lobo, un sitio ideal para un encuentro en la tercera fase. Mi hermano me explicaba que el odio que siente por los 'pijos' es directamente proporcional al que siente por la chusma. Me quedé pensando en ello y tuve que concluir que tenía mucha razón. Yo mismo experimento esa sensación a diario. Más de una vez he estado a punto de vomitar con sólo oír la puta conversación futbolera del garrulo de turno, o la espuria cháchara de un snob insufrible. Lo peor de todo es cuando te encuentras con un individuo que reúne en su seno las características de ambos colectivos. Un pijo-garrulo no es tan infrecuente como muchos se imaginan, así que las ansias asesinas que me entran cuando veo un híbrido de ambos son indescriptibles. Trato de controlarme, porque incluso los hijos de puta tienen derecho a la vida.
Si Freud viera esto tendría que escribir la "Etiología homosexual de la neurosis"
La simbiosis pijo-chusma es algo que no puedo soportar. El día que toreó José Tomás en la Monumental, por ejemplo, estuve en la puerta, muy discretamente, y pude darme cuenta perfectamente de como los pijos y la chusma tienen un lugar común en el nefasto especta-culo taurino. Junto a los desechos más inmundos y alcoholizados de la sociedad, contemplé collares de perlas, bolsos de marca y zapatos de más de 12.000 euros. Un puto pijo de mierda, con el cabello ondulado, los pantalones de pinzas y el pullover anudado al cuello salió de la plaza y comenzó a gritarle a los antitaurinos que se manifestaban al otro lado de la acera. Le observé atentamente. Veía aquella cara, con la nariz ganchuda, gritando estupideces, y no vomité por educación. Ese día lo tuve claro: la clase media de este país, lo más rico y fecundo de esta Iberia castigada por la historia, somos como una longaniza entre dos lonchas de pan duro.
Curiosamente, al así llamado "partido popular" ("Partido Pijo" para los amigos), le votan las tres clases identificadas de la sociedad española. Los pijos son los primeros en hacerlo. Es lo que les manda su instinto natural de colegio religioso y cocodrilo en el corazón. La clase media también vota al Partido Pijo, aunque en un porcentaje menor. La clase media tiene la desgracia de votar masivamente por el otro partido mayoritario, en una estafa sistémica persistente. Y la chusma, muy especialmente, también vota al Partido Pijo. Los motivos que tiene esa chusma para votar a sus verdugos naturales se deben a varios factores. El primero, porque es víctima fácil de la mercadotecnia electoral. El segundo, debido al nacionalismo. Al nacionalismo español, para ser exactos. El marketing electoral del Partido-Pijo se basa en usar la palabra 'España' como resorte para activar los mecanismos primitivos del subsconsciente de la chusma y hacer que esta vote masivamente en contra de sus propios intereses. Así de absurda es esta "democracia" que nos intentan vender. En Catalunya, el Partido Pijo no triunfa. ¿Por qué? No es porque ésta sea una tierra heroica que se resiste al avance de la escoria. No: tanto los pijos como la chusma ya tienen otro Partido Pijo, amigo de "los mercados", al que votar. No es que Catalunya sea diferente del resto del Estado, sino que en ambos casos hay dos Partidos Pijos que tienen sus recursos nacionales para unir a los pijos y a la chusma bajo una sola bandera.
Según muchos analistas que se anticipan al futuro (no sin cierto pesimismo), las clases medias nos vamos a convertir en el enemigo público nº 1 del Pijo-Chusma-System. Los mercados no nos perdonan que seamos unos privilegiados que históricamente han conseguido arrancarles ventajas en el organigrama social. Nosotros, LA CLASE MEDIA, somos el germen de la revolución futura. Ya hace muchos años que "los mercados" tratan de socavar nuestro poder. Ahora han tocado a rebato, se han lanzado a deguello, van a por nosotros. Esos vampiros sanguinarios, con su capitalismo decadente y su usura enfermiza, tratan de liquidarnos porque saben que somos la estaca que penetrará en su corazón a las primeras luces del alba. Van a degradarnos al mismo nivel que la chusma que les vota. Van a someternos a condiciones inhumanas, a destrozar cualquier tipo de esperanza de prosperidad y bienestar. Nuestros hijos ni siquiera tendrán la oportunidad de obtener un mínimo de educación que les haga aptos para enfrentarse al sistema. Estos cabrones lo que quieren es una masa amorfa, inculta y uniforme.
En nuestra mano está usar nuestra inteligencia, nuestros conocimientos, nuestro talento, para acabar con la tiranía pijogarrulista de "los mercados". En juego están el futuro y un mundo mucho mejor. Cualquiera de nosotros sería capaz de empezar desde cero sin la necesidad de este capitalismo decrépito.