La web de la revista "Capital" publica estos días un divertidísimo artículo bajo el título Please, no nos linchen más. El texto, firmado por Juan Llobell, viene a destacar que determinados medios internacionales han desatado una campaña de infamias contra la "marca" España, proyectando una imagen basada en estereotipos. En esencia, la "marca" España no es de fiar. Se trata de un país donde un puñado de vagos, vividores y toreros viven de crédito dormitando en la barra de un chiringuito en la playa. De la misma manera que ocurrió en la época de los Tercios de Flandes y la Inquisición, la pobre España se ve sometida a una injusta campaña de desprestigio. El autor se queja amargamente de este linchamiento mediático, destacando las buenas iniciativas de muchas empresas y "emprendedores" españoles en el mundo de los negocios. Incluso llega a insinuar que "nuestras" gloriosas multinacionales acabarán usando la bandera alemana para camuflar su olor a sangre.
Curiosamente el artículo se adorna con uno de los elementos que más daño hace a la imagen de la "marca". Lo han adivinado: se trata de algo tan "español" como es la tauromaquia. Muchos son los que han advertido sobre las nefastas consecuencias de la cosa esa en el merchandising nacional, sobre todo después del debate generado por la prohibición en Catalunya. Pero ni por esas. Falta que el fiestorro de garrulos y señoritos sea cuestionado para que las más altas magistraturas del Estado se pongan el mundo por montera y defiendan el bochorno nacional a capa y espada [y nunca mejor dicho] Rubalcaba les facilitó la salida del Ministerio del Inferior para que pudieran ser "cultura" [sic] González-Simple escribió un "Elogio del silencio" alabando la "tarea" del picaó en "El País". Wert no ha dudado en dotarles de gratificantes bonificaciones con el IVA al 8%, hasta el punto de que la cosa esa es el único que "espectáculo" que goza del tipo más reducido. Esperanza Aguirre creó con dinero público un departamento de "asuntos taurinos". El señor Monarca no pierde la oportunidad de condecorar a catedráticos de la sangre como Enrique Ponce o el zumbao de Morante. Movistar [alias Telefónica] también se sumó a la promoción del negociete creando el "Instituto Superior de Estudios Taurinos". Y revistas de economía de corte neoliberal como "Expansión" perfilaban estrategias para garantizar la supervivencia de ese "floreciente sector de la economía". Mientras tanto, cuatro terratenientes como la duquesa de Alba y el marido de la baronesa de la Comunidad de Madrid [afortunadamente -o aparentemente- fuera de la política] se hinchan a cobrar subvenciones "ecológicas" de la UE por el mantenimiento de sus cuatro cortijos. Entre todas las administraciones, los señoritos gozan de subvenciones que se estiman entre 500 y 600 millones de euros para organizar sus saraos sangrientos.
Quejarse de que los estereotipos dañan la "marca" y lloriquear por tanta injusticia es totalmente hilarante. Lo primero que deberíamos plantearnos es si la asociación España-Tauromaquía es un estereotipo. Porque, francamente, no lo parece. Las corridas están profundamente enraizadas en la "cultura" de la "piel de toro". Son tan intocables como el manto de oro y pedrería de la Vírgen. No hay más que echarle un vistazo a la web del Ministerio de Cultura para tenerlo claro.
El juego de palabras [S-PAIN] puede resultar hiriente y doloroso [y nunca mejor dicho] Pero de estereotipo, nada de nada. La pobre España viene luchando desde los tiempos de Carlos III y Jovellanos por librarse de esa lacra. Pero ni con la ayuda de los más potentes destascadores de waters se ha conseguido. Es un problema muy grande que tiene la "marca". Por eso no debe extrañar a nadie que haya zonas del país que deseen crear su propia "marca" independiente. La pobre España es como una muñeca rusa que vive dentro de otra muñeca-cacique, cuyo nombre es EGgggpaÑÑñññia. Es tal la usurpación del falso país de los señoritos, caciques, garrulos y sinverguenzas, que hasta es posible que los españoles pidan la independencia algún día de su propio país.
Los antitaurinos somos gente radiKal. Llevamos rastas grasientas y un cigarrillo raro colgando de la comisura de los labios. Pero no será que no nos hemos hartado de advertir de los males que traería esa plaga.
Ya es hora de comenzar a desmontar gilipolleces. La primera, como no, la cuestión esa. Y la segunda, España es un país, NO UNA MARCA. ¿Esta gente de qué va?