
Esto se acaba. La degradación moral y cultural del mundo en general, y de España en particular, es ya
irreversible. El mundo que conocíamos se vino a pique hace tiempo. En los últimos 20 años, los
magazines televisivos "del
coraSón" son como la peste negra que asoló Europa en el siglo
XIV. La peste rosa azota un mundo vacío y
horterizado. En pleno siglo
XXI, cualquier noción de buen gusto ha sucumbido ante la cardiopatía rosácea. La muerte ya no luce guadaña y una sonrisa en su rostro descarnado. Ahora viste alta costura y se inyecta
tóxina botulínica hasta en las nalgas. El bubón inflamado de esa nueva peste es el
amol. Sí, he dicho bien:
AMOL. Se diferencia del amor normal en que tiene como protagonista a
celebridades con alcurnia y abolengo. Los
famosillos, como así se les conoce, son
supuestamente un modelo a imitar.
Supuestamente, recalco, porque lo más normal es que sean 'un modelo a vomitar'. Gracias al continuo bombeo de estupideces de color rosa a través de los medios
, esa moderna peste ha multiplicado su capacidad de contagio hasta el infinito.

El
amol vende y sus protagonistas adquieren celebridad rápidamente. Programas culturales como Operación
Truño y
Gran Mariano fueron canteras de nuevas estrellas, cuyo
amol fue rápidamente comercializado.
Marujas y
marujos de todas las edades siguen las evoluciones de estas eminencias a través de una amplia oferta, tanto en formato
couche, TDT, telefonía móvil o conexión
adsl. Uno entiende que una señora de cierta edadsin demasiada educación tenga como entretenimiento las vivencias
mediáticas de un
famosillo. Pero la infección del
famoseo afecta también a las nuevas generaciones. Puede que una parte
considerable de la población tenga un coeficiente de inteligencia por debajo de lo que sería deseable. Cualquier persona que tenga la opción de gozar de las muchas curiosidades que la vida ofrece, ¿cómo puede interesarse por la vida
amolosa de un imbécil? Que si pasaron las vacaciones en
Turulandia. Que si ha estrenado una casa en la
urbanización Los Corchetes. Que si la ruptura es inminente. Que si la vieron abrazada con un portero de discoteca. Que si Zutano ha iniciado una relación... El
amol y las relaciones sentimentales de gente
supuestamente admirable tienen unas ventas gigantescas. No hay recursos científicos suficientes para investigar los motivos. Resultaría complicado meterse en el
microcerebro de una
maruja que sólo vive para los cotilleos del
amol. No existe una sonda
microscópica que pueda medir el
infravoltaje en un bulbo del tamaño de un cacahuete. Ahí dentro no hay materia gris, sólo materia rosa.

Ejemplo de todo ello lo tuvimos hace unos años en la boda de la Duquesa de Alba, una
octogenia avanzada que se casó con un
jovencito de sólo 60. Aparte de semejante dislate nupcial, la individua en sí provoca cierto rechazo visual. No se descarta que esté ensamblada por piezas y que parte de su cuerpo
cyborg esté fabricado con derivados del petróleo. ¿Qué mente racional encuentra interesante que una vieja
tuneada se case? La Gran Duquesa no tiene más
curriculum en su vida, aparte de su fortuna, que haber ido como una perra en celo detrás de un sinfín de toreros. Una muestra de tan mal gusto ya de por sí debería provocar el desinterés de cualquier persona con un mínimo de discernimiento. La boda de esta inglesa
apantojada,
de alta cuna y de baja cama, tiene la misma relevancia que el pedo de un mosquito. A cualquiera que esté en posesión de sus facultades mentales debería
repugnarle el espectáculo nupcial de esta aristócrata
cateta. Una
multimillonaria excéntrica se casa para llamar la atención y eso se convierte en noticia. Más de un millón de resultados en Google. Desde luego...
¡¡¡¡España va maaaal!!!!