En los antiguos territorios de la Europa latina existe una honorable fiesta que se celebra el 1 de noviembre todos los años y que recibe el nombre de Todos los Santos. Lejos de lo que muchos piensan, no se trata de una fiesta cristiana y menos católica. Es una antiquísima tradición que se remonta a los tiempos del paganismo greco-romano, absorvida con posterioridad por el cristianismo. Es una dignísima ceremonia que honra a nuestros antepasados muertos. Se trata de recordar con ofrendas y flores a nuestros ancestros. Es una tradición elegante y bonita.
En cambio, el "Halloween" es un ritual hortera que se burla de la muerte y ridiculiza a quienes no están ya con nosotros. Es un cóctel aberrante de películas de terror de Serie B y marketing auspiciado por grandes corporaciones.
La cultura norteamericana no vale una mierda, para resumir un poco. Quienes han adaptado este ritual freak son sólo personitas que han perdido todo nexo con su propia identidad y naufragan en un mar de calabazas y telas de araña.
Lo curioso del caso es que casi todos los personajillos que siguen este carnaval aberrante no necesitan para nada el maquillaje zombie, la sangre artificial y las caretas de calavera porque ellos mismos son, de por sí, horribles.
Esto se llama mal gusto elevado a categoría cuántica...