Navalny es una figura irrelevante en Rusia. Si se presentara a las elecciones generales apenas obtendría el 4% de los votos. Sólo tiene apoyo en Moscú y San Petersburgo, en círculos liberales occidentalizados. En el resto de la Federación Rusa, Navalny es un desconocido.
En 2020 obtuvo el 27% de los votos en las elecciones para la alcaldía de Moscú, en las que sólo votó el 32% del electorado debido a la pandemia. Tanto Navalny como sus patrocinadores occidentales han estado reclamando lo que llaman "voto inteligente", es decir, un sufragio a través de un sistema electrónico inventado por ellos mismos. Por supuesto, en seguida sacaron el tema del "fraude electoral".
Toda la fama de Navalny está en Occidente y, muy especialmente, en Youtube. Es un personaje prácticamente virtual. Actualmente está en prisión, no por ser un "opositor", sino por estafar a una firma francesa de cosméticos.
Si Rusia fuera como la democrática España, debería estar en prisión también por injurias contra el Jefe del Estado. Ha insultado y difamado a Putin todo lo que ha querido a través de una plataforma servida por Estados Unidos, con un artificioso apoyo de bots.
En su canal todo es extremadamente exagerado. Millones de visualizaciones; 100.000 likes en un comentario, etc. Sólo hace falta compararlo con cualquier otro canal importante de esa red para entender que eso está fabricado para hacer creer que Navalny es muy "importante" en Rusia.
Se supone que miles de opositores rusos han huido del "Régimen putinista" pero la pura realidad es que los seguidores de Navalny "exiliados" en el extranjero son bien pocos:
Manifestación a favor de Navalny en Barcelona: 14 personas.
Navalny no puede hacer de Rusia un "aliado" de Occidente por dos motivos:
El primero, porque nunca podría ganar unas elecciones.
El segundo, porque Occidente no quiere a Rusia como "aliado", sino como una gallina ponedora.
Y como la dirigencia de Rusia no está dispuesta a compartir los inmensos recursos de su país con Occidente, ¿qué mejor que sacarse de la manga un "opositor" como Navalny?
Occidente tuvo todas las oportunidades del mundo de convertir a Rusia en un aliado en la primera fase de los mandatos de Putin. Pero Occidente no quiere a Rusia como un aliado en plano de igualdad, sino como una colonia gobernada por un subordinado.
La guerra que Estados Unidos y Europa promocionaron en Ucrania poniendo en el poder a una pandilla de nazis antirrusos no tiene otro objetivo que desestabilizar a Rusia y hacer caer al "Régimen" actual.
Desgraciadamente el malvado Putin decidió golpear primero.
El "Guaidó moscovita" no fue más que una estrategia fracasada para derribar a la élite rusa que no le permite a Occidente apropiarse de los recursos de la Federación Rusa. Intentaron hacer la típica revolución de color en Rusia y obviamente fracasaron.
Todo el folletín sobre su supuesto envenenamiento con novichock se demostró falso.
La BBC, DW, etc. han difundido todo tipo de rumores sobre que ha muerto envenenado en prisión por novichock y bla bla bla. La pura realidad es que Navalny es diabético tipo 1. ¿Para qué usar un químico altamente contaminante? A sus guardianes les bastaría con no proporcionarle sus inyecciones de insulina.
Navalny no significa nada. Navalny no es más que un "agente extranjero", un troyano, un enemigo de su propio pueblo.
Cumple condena de 27 años.
Pero en la prensa Occidental prefieren relatos de intriga para embaucar a miles de bobos.
Lo más gracioso de todo es que la imagen transmitida por Occidente es que Navalny ha sido represaliado por su oposición al "Régimen putinista", a pesar de que claramente es un personaje que trabaja para el enemigo. Exactamente igual que el famoso grupo "punk-feminista" Pussy Riot, del que se descubrió que estaba financiado por un empresario alemán.
Cabe recordar que en EEUU intentaron hacerle un juicio político a Trump (el famoso "Russiagate") en base a sospechas de que tenía "vínculos con Rusia".
La pregunta es: si alguien en Estados Unidos puede ser enjuiciado por ser un "agente ruso", ¿por que Rusia no puede enjuiciar a alguien por ser un "agente de Occidente"?
Una vez más, nos encontramos con el famoso "doble estandar" occidental, la doble vara de medir que distingue a la "prensa libre e independiente".