Ayer estuve echándole un vistazo a un libro que hace años ronda por mis polvorientas estanterías. El libro en cuestión se llama "El Shock del Futuro" y es obra de un futurólogo de fama mundial llamado Alvin Toffler, un tipo que primero coqueteó con el marxismo y luego se hizo de la Fundación Rockefeller, en una de esas conversiones milagrosas a las que en España tan acostumbrados estamos.
El libro está escrito en 1972 y no es más que una marabunta de datos, citas y sentencias sobre la progresión del ritmo de vida desde la perspectiva de los norteamericanos. Muchas de las cosas que afirma son tan desafortunadas que como predicción resultan hilarantes. En líneas generales se puede afirmar que todo cuanto especula este predictólogo es coherente como descripción de los cambios en los modelos económicos y sobre la influencia de la tecnología en todo el proceso.
Este julai se hizo mundialmente famoso con posterioridad, no por doblar cucharas en los programas de José María Iñigo, sino por esbozar una brillante teoría que habla de una "Tercera Ola". A saber, que en la antiguedad el modelo económico se basaba en la agricultura y la ganadería, en la Edad Moderna en la industria y la fabricación en serie y, en los tiempos modernos, en la tecnología de la Información. Espero que no le hayan dado un premio nobel por tan sesuda conclusión, porque si no tendrían que vender los premios nobel en un Todo a 100. Alvin descubrió la sopa de ajo con su "Shock del Futuro" y aquí todavía no nos hemos enterado.
Para muestra un botón. Relata que la revista femenina sueca "Svensk Damtidning" (que curiosamente aún existe) publicó en su edición del 2 de noviembre de 1965 una serie de predicciones sobre como sería el mundo ¡en 1985!:
"Dormiremos en camas automáticas, con botones para cuando queramos desayunar o leer, o bien alquilaremos el lecho donde alquilemos la mesa, los cuadros y la lavadora".
Como lector del futuro, 35 años después, no tengo otra opción que partirme el pecho. Alvin Toffler no supo prever que, sólo un año después de escribir su idílica visión del futuro, la OPEP declararía su famoso embargo y acabaría con todas nuestras ilusiones de dormir en una cama que nos trae el desayuno -valga la redundancia- a la cama. Estoy por hacer una encuesta para ver cuanta gente duerme, 35 años después de "El Shock del futuro", en camas automáticas alquiladas.
El libro de Alvin Toffler exalta la sociedad del "tírese después de usado", que más que una sociedad es una "suciedad". Justifica todos los trucos de las empresas para vender más y más basura, sin preveer en ningún momento un Shock que nos hemos encontrado en el Futuro, que trata sobre qué hacer con las toneladas de residuos que se generan mundialmente todos los años en el mundo industrializado. Un ejemplo: habla de una muñeca Barbie canjeable que podría llevarse a la tienda, cuando la niña estuviera harta de verla, para cambiarla por un modelo nuevo. ¿Y con el modelo desechado, qué se hace? Vaya, no lo explica. Es de suponer que se lo regalarían a una negrita del Senegal o lo lanzarían a un vertedero de Barbies-Basura, abandonadas por Kent y por la sociedad.
"Dormiremos en camas automáticas, con botones para cuando queramos desayunar o leer, o bien alquilaremos el lecho donde alquilemos la mesa, los cuadros y la lavadora".
Como lector del futuro, 35 años después, no tengo otra opción que partirme el pecho. Alvin Toffler no supo prever que, sólo un año después de escribir su idílica visión del futuro, la OPEP declararía su famoso embargo y acabaría con todas nuestras ilusiones de dormir en una cama que nos trae el desayuno -valga la redundancia- a la cama. Estoy por hacer una encuesta para ver cuanta gente duerme, 35 años después de "El Shock del futuro", en camas automáticas alquiladas.
El libro de Alvin Toffler exalta la sociedad del "tírese después de usado", que más que una sociedad es una "suciedad". Justifica todos los trucos de las empresas para vender más y más basura, sin preveer en ningún momento un Shock que nos hemos encontrado en el Futuro, que trata sobre qué hacer con las toneladas de residuos que se generan mundialmente todos los años en el mundo industrializado. Un ejemplo: habla de una muñeca Barbie canjeable que podría llevarse a la tienda, cuando la niña estuviera harta de verla, para cambiarla por un modelo nuevo. ¿Y con el modelo desechado, qué se hace? Vaya, no lo explica. Es de suponer que se lo regalarían a una negrita del Senegal o lo lanzarían a un vertedero de Barbies-Basura, abandonadas por Kent y por la sociedad.
¡Qué shock!