Supongo que os estaréis preguntando: ¿a que viene que este tío nos felicite las navidades cuando ya se han acabado? ¿Será debido a una sobredosis de polvorones? ¿Será por los efectos alucinógenos de los langostinos en oferta? ¿Le habrán puesto droja en la sopa de galets? ¿Se habrá inflado de cava amarillento más brut que nature?
No, el motivo de este post es comentaros que he pasado una navidad muy feliz. Ha sido tan feliz, que apenas me he enterado de que era navidad. Por no enterarme, no he llegado a escuchar siquiera un solo villancico. Por una extraña casuística, mis oídos se negaban a escuchar los coros angelicales que resonaban en el aire. Muchas de las calles, otrora engalanadas con bombillitas, este año estaban iluminadas por las farolas ordinarias de todos los días, en una muestra de minimalismo vanguardista superoriginal. De hecho, la navidad comenzó a ser realmente feliz cuando la empresa manifestó su intención de no regalarnos lote. Es que hay crisis y todo eso. Tendríais que haber visto los saltos de alegria. Sólo de imaginarse el tinto picado del año pasado daban ganas de que te regalaran un poco de 'nada', para variar. Un poco de 'nada', envuelta en un lacito invisible, siempre alegra el corazón. ¿Y que importancia tiene? Tengo el turrón de mi empresa almacenado desde el 2003 en un armario de la cocina. Una parte se lo he regalado a mis peores enemigos y a la otra espero encontrarle un dia una utilidad práctica y sobre todo sostenible. He pensado en hacer una escultura vanguardista, un taburete o quizás lo utilice como combustible en la próxima crisis del petróleo. No hay nada como reciclar, después de los abusos navideños.
Ha sido genial que la navidad haya pasado tan de puntillas por mi vida. Gracias Nati, por ser tan invisible. Han sido unos dias de amor, felicidad, armonía y fraternidad, pero sin navidad. Ni siquiera he tenido que pasar por la desagradable experiencia de ver a los agraciados del Gordo gritar como locas mientras se duchan en cava. Pero por suerte todo ha acabado. La cabalgata de los tres Reyes ha cruzado la ciudad enmedio de una lluvia de caramelos y confeti, mientras los pobres abetos achicharrados son convertidos en serrin.