En 2012 se estrenó una
película alemana sobre Hannah Arendt, dirigida por Margarethe von Trotta y protagonizada por Barbara Sukowa. Narra la visita a Jerusalén de la hoy célebre filósofa judía, con motivo del juicio a Adolf Eichmann. La película puede ser buena o mala, pero resalta la victoria del pensamiento complejo contra los convencionalismos llenos de clichés, estereotipos e ideología condicionada. Punto importante a resaltar.
Una breve reseña biográfica de esta señora demuestra su sólida arquitectura intelectual y su clara vocación sionista. Nació en Hannover [Alemania] en 1906 en el seno de una familia judía. Era una familia que de no ser por los nazis jamás habría tenido conciencia de ser judía. A los 14 años Arendt había leído
Crítica de la Razón Pura de Kant con lo que demostraba que además de lista era valiente. A los 17 años se fugó a Berlín y se leyó todos los libracos de Kierkegaard. Consiguió entrar en la Universidad de Marburgo, donde conoció a
Martin Heidegger, un profesor de filosofía que se convirtió en su amante. Más tarde, Heidegger ingresaría en el NSDAP [Partido Nazi para los amigos], lo que provocaría la ruptura entre ambos.
Durante su estancia en la Universidad, la pujanza de los nazis era cada vez más evidente. Las consecuencias de la escalada al poder de los secuaces de Hitler no hacían presagiar nada bueno. Arendt comenzó a trabar relaciones con el sionismo a través de su amigo Kurt Blumenfeld. En 1932, por indicación de éste, trabajó en una organización judía que daba alojamiento provisional a fugitivos. En julio de 1933 fue detenida y pasó unos días en los calabozos de la Gestapo. Ese mismo año se fugó a Francia, donde su compromiso con el sionismo se consolidó. En 1937, los nazis le retiraron la ciudadanía alemana. A principios de 1940, con la invasión alemana en ciernes, las autoridades francesas deportaron a la mayoría de extranjeros de origen alemán. A las mujeres las concentraron en un velódromo. Mas tarde, Arendt estuvo algunas semanas en el campo de internamiento de Gurs. Consiguió fugarse y gracias a un periodista norteamericano consiguió, junto con su marido Heinrich Blücher, pasaportes para viajar a Lisboa. Y de ahí dieron el salto a los EEUU:
No le fue difícil a Hannah Arendt conectar con la élite más intelectualoide del mundo, radicada en Nueva York, muchos de cuyos miembros son judíos o descendientes de ellos. Al principió sobrevivió con una pequeña beca y escribiendo artículos para algunas revistas. Su actividad sionista continuó, pero comenzó a tener algunas discrepancias con la concepción sionista del mundo. Tanto es así, que en 1948 escribió una carta abierta contra la visita a Nueva York del terrorista criminal judío Menájem Beguin, quien llegaría a ser Primer Ministro de Israel entre 1977 y 1983. A principios de los años 50's se publicó Los orígenes del Totalitarismo, definida como algo más que una mera compilación historiográfica. Arendt critica con dureza el pensamiento causal de los historiadores a la hora de analizar las raíces del antisemitismo.
En 1951 le fue concedida la ciudadanía norteamericana, después de ser apátrida durante 14 años.
La captura de Eichmann
Como es harto conocido, en 1960 Simon Wiesenthal dio con la localización de un criminal nazi residente en Argentina que se camuflaba bajo el nombre de Ricardo Klement. Se trataba en realidad de Adolf Eichmann, ex-Obersturmbannführer [teniente coronel] de las SS, considerado uno de los máximos responsables del Holocausto. Wiesenthal no tenía medios para su captura, así que trasladó su información al Mossad israelí. Éstos organizaron rápidamente una operación rocambolesca para su secuestro y posterior traslado a Jerusalén. Ni que decir tiene que la actuación fue claramente ilegal, al tratarse de un comando armado que operaba dentro del territorio de un país soberano.
Las reglas a veces hay que usarlas de papel higiénico. Moralmente el Estado Hebreo estaba legitimado para capturar a un criminal nazi. Cabe deducir que hubieran esperado siglos a que Argentina extraditara a "Ricardo Klement". Pero es una demostración más de que el Estado de Israel se considera a si mismo por encima del Bien y del Mal. El mismo derecho a pedir justicia sobre Eichmann lo tenían los zíngaros rumanos, los homosexuales holandeses, los republicanos españoles, los comunistas alemanes o los prisioneros del ejército soviético. El mito de que todos los que murieron en los incipientes campos de exterminio nazis eran de "raza judía" es infantil hasta el paroxismo. La "raza judía" es una fantasía paranoide, tanto como la "raza aria" inventada por Hitler.
Eichmann llegó a Israel en mayo de 1960 y rápidamente organizaron un juicio espectáculo retransmitido por TV. La televisión era un medio que estaba comenzando a llegar a todos los hogares, de lo que se deduce que el Estado de Israel necesitaba una gran operación de propaganda para reafirmar su identidad. Los motivos son difíciles de saber, pero la operación de propaganda es hoy en día evidente.
Arendt va a Jerusalen
La revista intelectualoide neoyorquina
The New Yorker decidió enviar a Arendt como corresponsal al juicio contra Eichmann. Condicionada por su ideología sionista, ella esperaba encontrar en Eichmann la típica salchicha
bratwurst surgida de las SA. El pensamiento convencional apuntaba hacia un alcoholizado y fanático antisemita que estallaría en un discurso violento y visceral. Pero, como siempre, el pensamiento convencional estaba equivocado. El caso estaba listo para una ejecución de arquetipos que Arendt, con su inteligencia, comenzó a desmontar desde el principio.
Lo primero que le sorprendió fue la vulgaridad del personaje. La inserción de una frase como
La banalidad del Mal levantó no pocas ampollas entre la "opinión pública", incluso entre la más intelectual. Eichmann no respondía a ninguno de los tópicos teledirigidos que nutren al gran público. No era cuestión de defender al personaje, y menos su "obra". Pero la Sra. Arendt se percató de que el show organizado en Jerusalén tenía un guión preescrito del que no se podía discrepar. Aquel criminal nazi protegido tras un cristal antibalas era gris, decepcionante, aburrido, mediocre y vulgar. No se podía concebir de ningún modo que aquel tipo ceniciento organizase por si solo el
Holocausto.
Hay gente que tiene la suerte -o desgracia- de ver a simple vista el lado más miserable de la especie humana. La gente está dotada de una carcasa transparente que permite contemplar lo que hay en su interior. Estamos expuestos a nuestro historial, nuestras palabras, nuestros actos, nuestros gestos, nuestra cara, nuestros ojos... Nada escapa a un buen observador de la naturaleza humana.
Meterse dentro de Eichmann no es difícil. Antes de ingresar en las SS, su curriculum apenas contaba con su experiencia como administrativo en una compañía de distribución de keroseno. El vulgar y anodino Adolf había encontrado su razón de ser en el control del transporte de una mercancía flatulenta. Auspiciado por el principal sicario de Himmler, Reinhard Heydrich, el burócrata Eichmann, fiel lameculos de su amo, comenzó a sentirse importante. Vanidad, falta de discernimiento, oportunismo, complacencia, aceptación social, convencionalismos, modas raciales de última hora, etc. le ayudaron a adoptar un rol en el que se sentía cómodo. Actuar irracionalmente es fácil cuando el Mal está claramente estigmatizado y las coartadas morales muy bien definidas por la propaganda. Para muchos de estos individuos era completamente imposible resistirse al peso y la seducción de la Estructura. Lo mejor era aprovechar la ocasión, inyectarse amnesia y correr un tupido velo. Resumen: Eichmann era sólo una hiena que transitaba por los pasillos del Poder, un correveydile que acometía de forma diligente sus "órdenes" sin plantearse en ningún momento si eran amorales, inmorales, responsables, irreflexivas o una auténtica horterada.
Arendt: "A pesar de todos los esfuerzos de la fiscalía, todo el mundo podía ver
que este hombre no era un monstruo, pero era realmente difícil no
sospechar que fuera un payaso. Y como esta sospecha hubiera sido fatal
para el buen fin del juicio y a la vez era bastante difícil de sostener
en vista de los sufrimientos que él y sus semejantes habían causado a
millones de personas, sus peores payasadas se tomaron escasamente en
cuenta y casi nunca se informó de ellas".
Eichamnn no había nacido para pensar; él sólo había venido al mundo para representar el papel de un diligente lacayo que obedecía "órdenes" sin rechistar.
Lo más grave de todo: cualquiera de nosotros es un Eichmann en potencia. Sólo hace falta una atmósfera turbulenta, escasa capacidad crítica, un mucho de oportunismo y una falta absoluta de verguenza. Esa fue la desoladora conclusión de Hannah Arendt. Ella fue la única que se dio cuenta de la banalidad del individuo, en medio de una orgiástica y virulenta atmósfera de fanatismo y venganza.
En
este video, la Dra. Sussane Urban presenta documentos sobre la organización del
Holocausto, donde se demuestra la sofisticada planificación del mismo. En el frenesí asesino estuvieron implicadas grandes empresas, bancos, responsables de los ferrocarriles, etc. El aparato burocrático nazi jamás envió una "orden" explícita para matar judíos. Hitler, Goering, Goebbels y Himmler tan sólo "evocaban" sus deseos antisemitas mediante directivas eufemísticas. El propio término "Solución Final" era una de las muchas
tangentes con las que la cúpula nazi sublimaba sus deseos hacia el estrato burocrático inferior. Es decir:
yo lo dejo ahí y vosotros ya sabeis lo que tenéis que hacer. Nadie se quería hacer resposable del mayor genocidio de la historia.
En la
Conferencia de Wannsee, donde supuestamente se decidió el exterminio de todos los judíos de Europa, no habia ningún representante de la cúpula nazi. Reinhard Heydrich, y su diligente y competente administrativo, Adolf Eichmann, organizaron un divertidísimo finde de alto nivel gourmet, aunque paradójicamente la jerarquía nazi asistente era de bajo grado. La
versión oficial dice que organizaron de forma eficiente el exterminio total. Fue una idea de subalternos. Himmler y Hitler no sabían nada de nada. Increible, vamos.
Es del todo ridículo considerar que un burócrata piltrafilla como Adolf Eichmann fue el único responsable del exterminio de 6.000.000 de judíos. De hecho, Eichmann ni siquiera estaba en la lista de criminales nazis juzgados "en ausencia" en los juicios de Nuremberg. Su nombre salió porque uno de los acusados, dispuesto a liberarse de culpa, lo mencionó. De lo contrario, hoy en día Eichmann podría ser un completo desconocido. Tal era su insignificancia.
La novelista y periodista norteamericana Martha Gellhorn comentó: "Estamos tratando, en vano, de responder a la misma pregunta: ¿Cómo es
posible? Se ve como un ser humano, es decir, un ser humano como los demás
hombres".
Hay todavía algunos puntos oscuros en la historia de este personajillo. Resulta más que evidente que Eichmannn no aprobaba los presupuestos para construir campos de exterminio, ni era el responsable de fabricar el Zyklon B, ni acompañaba en persona a los judíos a los trenes de ganado. No: Eichmann era sólo un obediente oficinista, dispuesto en todo momento a satisfacer los deseos más íntimos de sus jefes. Durante el juicio aseguró de forma repetida no ser otra cosa que una minúscula rueda dentro de un gran engranaje. También aseguró no haberse enrriquecido con el patrimonio de los deportados, cosa que no es creíble en ningún modo. Amasó una gran fortuna, sin duda alguna.Y acabada la guerra, cabe sospechar que su huida a través de la Ruta de las Ratas y su contacto con la misteriosa organización vaticana que le facilitó el pasaporte de la Cruz Roja a nombre de "Ricardo Klement" acabó con su fortuna casi con toda seguridad. Debió ser uno de los pasaportes falsos más caros de la historia.
Cuando llegó a Argentina "Klement" estaba con una mano delante y otra detrás. Trabajó como hidrógrafo para Capri, una firma con capital alemán. Se mudo varias veces, sin evidenciar en ningún momento un alto nivel de vida. Intentó montar una lavandería y una granja de conejos. Ambos negocios fracasaron, lo que no deja de ser chocante en un tipo que se supone era un genio de la planificación. En 1952 fletó a su familia desde Alemania de forma silenciosa. En el momento de su captura estaba trabajando en una planta de Mercedes Benz y vivía en una barraca situada en un suburbio de Buenos Aires cuyas calles estaban casi sin asfaltar. Tampoco es cuestión de sentir pena por Eichmannn. Era uno de esos tipos que merecería resucitar sólo para volver a matarlo. Pero estas cuatro pinceladas de su estancia en Argentina no ayudan a comprender su supuesta importancia.
Arendt vio cosas muy parecidas en el patético hombrecillo de la jaula de cristal e hizo una visisección profunda del personaje. El monstruo se había convertido en un hombre vulgar de la calle.
Consecuencias
La Sra. Arendt tituló su escrito
Eichmann en Jerusalén y The New Yorker lo publicó en cinco partes. Lo que el pensamiento condicionado demandaba en ese momento era un duro alegato plagado de tópicos para saciar el morbo de la precocinada opinión pública estadounidense. De ninguna manera esperaban conclusiones como que Eichmann era un don nadie y un mediocre funcionario. Además, Arendt se atrevió a cuestionar el oscuro papel de los Consejos Judios, quienes colaboraron abiertamente con la oficina de Eichmann -
la Sección IVB4- para facilitarle listas de deportados. De seguro, los judíos menos influyentes, y los más pobres, debieron nutrir dichas listas.
Las ampollas se podían ver por encima del Empire State. Arendt no se había mordido la lengua y no se lo perdonaron. Recibió presiones de diversas organizaciones sionistas. Muchos de sus compañeros intelectualoides le retiraron la palabra. Fue investigada por el FBI. Incluso estuvieron a punto de retirarle su cátedra en la Universidad de Princeton.
Todo, por decir verdades como puños.