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20171015

Toda la verdad sobre la verdad

Desde tiempos inmemoriales el ser humano se ha cuestionado la naturaleza de la realidad en busca de la verdad. Cicerón decía que hay una apetencia insaciable en nuestras mentes por conocer la verdad. 

Hay millones de facetas de la verdad, pero sólo una verdad verdadera. La verdad es siempre extraña; tan extraña que en ocasiones supera a la ficción. Como dijo Oscar Wilde, la verdad rara vez es pura, y nunca simple. 

La verdad es un hecho subjetivo, expuesto a no pocas variables de percepción y perspectiva. Como decía André Maurois sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa. Todo es según el cristal a través del cual se mire. Para un anglosajón. [1.000.000.000.000] es un "trillion", mientras que para nosotros es un "billón". Un vaso medio vacío también puede ser un vaso medio lleno. 

Según Freud, la verdad al ciento por ciento es tan rara como el alcohol al ciento por ciento. 

Hoy vamos a ver como la verdad no tan sólo es relativa, sino que puede servir de pretexto para mentir, manipular, engañar y falsear la realidad. La verdad puede ser instrumentalizada, maquillada, troceada, enmascarada o servir de premisa para mentir, descuartizar, matar, robar y un largo etc. 

La verdad como máscara
Una máscara representa la falsedad por excelencia. Es un artilugio que oculta tu cara y tu identidad. Por tanto, oculta la verdad. Todos llevamos una careta en nuestra vida pública. Evitamos a toda costa que los aspectos más sórdidos de nuestra existencia se hagan visibles. Todos tenemos un retrato de Dorian Gray colgado en la pared. Nuestra máscara es imprescindible para el buen desempeño de nuestras relaciones sociales. Preserva nuestra imagen y oculta nuestros puntos vulnerables. 

Hasta ahí todo "normal". Pero... ¿Qué ocurre cuando la propia verdad se convierte en una máscara? 

Supongamos que tú eres un farsante y un mentiroso compulsivo. Nadie cree ya nada de lo que dices. Tu reputación está por los suelos y necesitas un revulsivo. 

Ha llegado el momento de ser sincero y filtrar un poco de verdad. Como aconsejaba el escritor francés Jules Renard, decir la verdad de vez en cuando es conveniente porque así todos te creerán cuando vuelvas a mentir. Es lo que se llama usar la verdad como camuflaje. Una buena dosis de confesiones íntimas ayudan mucho a tus mentiras futuras.
Típico embustero que filtra verdades para enmascarar su identidad como agente flotante de los servicios de inteligencia
La verdad como arma

Supongamos que te han pillado robando fondos de una institución pública. Tus adversarios tienen pruebas de ello y las piensan mostrar. Ellos han hecho lo mismo, pero tú no tienes pruebas contra ellos. A ellos no les importa lo que has robado; tienen verdaderas ganas de hundirte y echarte de la institución. Sencillamente, les caes mal y les estorbas. Así que usan sus pruebas -la verdad- para machacarte, calumniarte, denunciarte y hundirte. Es la verdad, sí, pero una verdad interesada, usada como un martillo.

Como decía Talleyrand, hay un arma más terrible que la calumnia: la verdad. Alfred Adler se sumó a esta aseveración asegurando que la verdad es a menudo un arma, y que es posible asesinar con ella. William Blake se refirió a la verdad malintencionada como un artefacto peor aún que una mentira.

La verdad troceada

¿Quién no se ha encontrado alguna vez en medio de una discusión, intentando demostrar un punto de vista, y a la hora de buscar datos en internet se ha encontrado que algunos encajan bien en su tesis y otros no tanto, y en consecuencia, ha acabado usando sólo los primeros, de forma oportunista, para apuntalar su versión de los hechos? 

La verdad, si no es entera, se convierte en aliada de lo falso. El escritor holandés Multatuli dijo que dos medias verdades no hacen una verdad. Decir sólo una parte de la verdad, hacerlo dentro de un tiempo y un contexto, es exactamente lo mismo que mentir.

Cuando la mentira se convierte en verdad en base a repetirla
"En Irak hay armas de destrucción masiva". Es un clásico.

Cuando después de muchas mentiras nadie se cree la verdad

¿Quién no conoce esa fábula en la cual un pastor travieso le gasta bromas a sus vecinos avisando de la llegada del lobo y se divierte cuando éstos se ufanan en poner a salvo sus ovejas, y nadie le cree el día que realmente llega el lobo? Pues eso.

La verdad cruel y la mentira piadosa

Cuando nos picamos, es porque detrás hay una verdad dolorosa. No hay nada que produzca más daño que una verdad. Por eso, muchas personas son consoladas con mentiras piadosas. Es un dilema muy antiguo... ¿Qué es mejor? ¿Conocer la verdad, ignorarla, o creer en mentiras que nos hacen felices?

Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga [Diderot]

La verdad incómoda: "sabía demasiado".

Es un tema recurrente en las películas de gangsters. Se trata del típico testigo que puede revelar los asuntos internos del gang, cuando no un confidente dentro de la organización que se puede ir de la lengua. Cuando lo matan, siempre sueltan la misma frase: "sabía demasiado". El partido gobernante en España conoce perfectamente esta metodología. [VER] [VER]

Y es que conocer la verdad puede ser muy peligroso. Según el escritor Manuel Vicent, el que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla. Ramón y Cajal también se refirió a las verdades incómodas cuando aseveró que la verdad es un ácido corrosivo que salpica al que la maneja.

Ante este tipo de verdades, los únicos antídotos son la amnesia y el cambio de identidad.

La verdad como un cadáver

Cuando un asesino arroja los restos de su víctima a un lago con una piedra al cuello presupone que nunca será hallado. Pero la verdad es justamente como un cadáver arrojado al agua con una piedra al cuello. Más tarde o más temprano, siempre acaba saliendo a flote.

20171013

La multinacional de los sentimientos

Según el RAE, un cursi es alguien que pretende ser elegante o refinado sin serlo, resultando ridículo. Es una definición incompleta y un ejemplo más de que el mundo académico sufre un retraso con respecto a la orientación que se le da a las palabras en la vida cotidiana. Esa definición, más que de 'cursi', parece el retrato perfecto de un 'snob'. Quizás es que una cosa y la otra tienen fronteras indefinibles que en ocasiones se solapan.

La palabra 'cursi' hace ya muchos años que se utiliza para definir a una persona que afecta tener una sensibilidad sublime que a la vez es intrínsicamente falsa. El 'cursi' es un "romántico/a" que cree a pie juntillas que las nubes tienen olor. El cursi es la víctima perfecta de todos esos spots de televisión que ofrecen seguridad, clase, comfort y buen gusto a un precio muy razonable. El 'cursi' es alguien que esencialmente no tiene ni personalidad, ni sentimientos, ni vísceras, ni nada de aquello que define al ser humano. Es un ser alienado que ha tenido que hacerse con un 'pack' de sentimientos para confirmar su inexistente personalidad. Es un asentimental que ha comprado sentimientos montables/desmontables en el Ikea, incapaz de tener su propia visión del cosmos. La calle ya le ha definido con un vocablo que se ajusta mejor a la realidad: ÑOÑO !!
La ingente cantidad de anuncios de televisión en los cuales la narración corre a cargo de una voz sedante, equivalente a la que se utiliza para convencer a un niño, es el estigma de la gran aceptación comercial de la cursilería. Los sentimientos prefabricados venden mucho en el mundo actual. La multiplicidad de consignas para gente 'chic', llena de "dulces sentimientos" es innumerable y se centra sobre todo en productos alimentarios y de estética que pueden mejorar la calidad de vida del asentimentalista enfermo.

Es hora de que palabras como sentimiento o romanticismo recuperen su esencia original.

20171005

Desmontando los años 80's

Actualmente se exhibe en las marquesinas de los autobuses de Barcelona la publicidad de una obra de teatro dedicada a los años 80's con lemas como "nasty de plasty" o "no me seas pinfloi". Eran dos expresiones ridículas de aquella época, una de las más asquerosas y retrógradas de la Historia. Voy a explicar mi propia experiencia en aquellos tiempos.

Hoy en día me siento totalmente avergonzado de haber sido uno de los primeros "modernos" en los albores de los años 80's. Yo fui el primero entre mis amigos en hacerme fan de Police y The B-52's mientras ellos continuaban escuchando a la Creedence Clearwater Revival. En ese momento [1980], las poses jipis, contraculturales y de la izquierda radical habían sido superadas. Superadas por una nueva moda nihilista [y 'pop'] que renegaba de cualquier herencia de los años 60's. New Wave era la palabra de moda.

Todo esto no era casualidad. En 1979 había llegado al poder en el Reino Unido la infausta Margarett Trucher [Satán la tenga en su seno] y en EEUU el no menos infausto Ronald Reagan. Nadie se llegaba a imaginar el cambio brutal que iba a experimentar el mundo a partir de ese momento.

En resumen, el ultraliberalismo radical inició su ofensiva contra cualquier rastro de la antigua cultura contestataria sesentera, y lo hizo a través de la música pop y el cine.

Yo mismo comencé a rechazar la herencia que había recibido del jipismo, la contracultura y la izquierda radical gracias a "pequeños tics" en películas y canciones pop. La primera "influencia" la encontré en "Ópera Prima", una película donde Óscar Ladoire ahostiaba a un jipi en un conservatorio porque se quería ligar a su chica. La segunda, fue la escena en "La vida de Brian" donde un grupo radical entra en una discusión ridícula sobre "¿Que ha hecho el Imperio Romano por nosotros?" Todo el mundo puede recordar esa famosa escena. La operación de acoso y derribo de los 60's era decididamente bestial y grupos como Siniestro Total pusieron su granito de arena con canciones como "Naturaleza" o el más explícito "Matar jipies en las Cíes".

En aquellos momentos parecía divertido. Era como desmontar "mitos desfasados" y avanzar hacia una supuesta modernidad preñada de diseño y futurismo. Desde finales de 1980 a 1983 yo fui un moderno contrario a los jipis, que era lo que mandaban las tendencias de "moda". Pero eso bien pronto iba a cambiar.

1984

En el verano de 1984 me estaba comenzando a cansar de tanta "modernidad" y tanta "movida". El ambiente se había llenado de modernakas con mucho 'look' y mucho 'diseño'. Miles de "artistas" con ropa de marca wai Adolfo Dominguez y Montesinos inundaban las discotecas y otros lugares con un esnobismo difícil de soportar. Se denominaban a ellos mismos "posmodernos". 

En el ámbito de la música comencé a entender que el rock había dejado de ser una cosa masculina para ser coto exclusivo de peluqueras y estilistas. En ese momento dije basta.

Hay que dejar constancia que entre las modernakas de los años 80's y las actuales modernakas no hay ninguna diferencia. Bueno, si, unos cuantos pearcings y unos cuantos tatuajes.

Me pasé el verano del 84 en el terrao, tomando el sol. Tenía que recuperar el magnífico legado de mi niñez y adolescencia y me puse a leer. A leer libros, de los de antes. Entre otros, me pillé 1984, de Orwell, que obviamente era una obra de referencia en 1984.

Un día, un amigo me pasó un disco raro del sello Cicadelic, de grupos de garaje de los 60's. Fue una explosión. Sentí que volvía a mis raíces de una patada en el culo. Sentí que había llegado el momento de provocar a los modernakas. Me dejé el pelo largo después de años. Pero no en plan jipi, sino en plan 1966. Me compré un chaleco y unas gafas de sol redondas. Unos tejanos de patilla y unas botas puntiagudas. Una camisa con adornos floreados.... Había llegado el momento de romperle los esquemas a los modernakas.
The Byrds 1966
Cuando ibas a una discoteca modernaka con esa pinta todo el mundo se sentía extrañado. Y cuando hablabas de música, todavía más, porque decirle a toda esa panda de cretinos que lo más "moderno" que habías escuchado en tu vida eran los primeros singles de Pink Floyd con Syd Barret en 1967. se llevaban las manos a la cabeza. ¡No me seas Pinfloi! Pues si, modernaka, aunque tú no lo entiendas, los primeros Pink Floyd -no los de después, sino los primeros- fueron la concepción más "moderna" de la música moderna.
Típicos gilipollas de la época, dirigidos por el "genial" Pedro Almorrana...
Hay que entender esto. Yo empecé a escuchar música pop cuando tenía ¿7? ¿8? años, sobre 1967 o 68. En 1973 tenía una colección de singles de más de tres metros de largo. En 1984 llevaba casi 20 años escuchando música pop. Lo conocía básicamente todo: la Tamla Motown, los Beatles, el heavy, el sinfónico, el punk... todo. Y, curiosamente, la música que me parecía más original y con formato más moderno era la de mediados de los 60's. Música que, por otra parte, era imitada por lo bajini por las modernakas para hacerse el "original". [Ver Galería del horror de los años 80's, apartado Soft Cell]

No, originalidad sólo había una: la de la década que nos vio nacer.

El resto de la década de los 80's, a partir de 1985, fue un revival total y absoluto de los 60's. Los anuncios de televisión se adornaban con temas de Mamas & The Papa's y los Beach Boys.

Los putos modernakas de la "movida" estaban muertos.

¿No me seas pinfloi? Pues sí, voy a ser Pinfloi de nuevo. Me apetece.

Los monstruos musicales de los años 60's fabricaron sentimientos que serán expresión de la "modernidad" para toda la vida. Escuchad este impresionante Sweet child of Notingness [Dulce niño de la Nada] y compararlo con cualquier mierda publicada durante los años 80's. No hay color: