De entre todos los deportistas garrulos convertidos en Dios por los medios de manipulación de masas, éste es quizás uno de los más deplorables. El deporte convertido en entretenimiento supone la sacralización de individuos mediocres como este. Seguro que le obligas a trabajar en una gasolinera y a los dos días ya le han despedido.
Sin embargo, muchos creen que la simple habilidad, adquirida con entrenamiento intensivo desde muy corta edad, ya convierte a un individuo vulgar en un héroe.
La habilidad consistente en golpear una pelota, hacerla pasar por encima de una red y tener cuidado de que caiga dentro de unos límites, objetiva, clara y taxativamente, no sirve absolutamente de nada. Si mañana el show de la pelotita dejara de tener interés, como sería deseable, este niñato iba a pasar más hambre que un piojo en la cabeza de Iván de la Peña. Desgraciadamente, la chusma abducida por los medios adora a este pelele y desconoce totalmente el nombre de héroes anónimos que sí trabajan por el bien de la sociedad.
El niñato, además, es hosco, mohino, malcarado y poco simpático. Incluso cuando pretende hacerse el cachondo hincando un diente en el trofeo cae mal. Su familia es un baluarte del Partido Putrefacto en las islas Baleares. Sus cenas con el Rey, Aznar, Pedro Jeta y demás personajillos de la farándula ultraderechista no ayudan a que caiga mejor.
Y, por supuesto, es sospechoso de evadir impuestos a la Hacienda Pública, ninguna novedad. Según informa "Cani Sports" [gran página que combina dos palabras que deberían ser sinónimo] este deportista tiene radicados sus negocios en el País Vasco a pesar de no llevar a cabo ninguna actividad en dicho país. Declaró entre 2005 y 2009 beneficios de 47,37 millones de euros y solo pagó 11.058,42 euros. Recordemos que los ingresos brutos de cualquier trabajador de este país sufren una merma del 20% anual. Entretanto sigamos aplaudiendo sus victorias en el gran slam.