Se trata de una anormalidad fisiológica de la que muchas personas no son conscientes. A veces vas a darle la mano a una persona y notas que te ofrece sólo la punta de los dedos. Si eres atrevido y llegas hasta la palma de la mano notarás un sudor viscoso y desagradable. El individuo [o individua] retira rápidamente la mano con cierto apuro. Cuando trabajas de cara al público y tienes que devolverle el cambio "en mano" a centenares de personas al día, acabas comprobando con la punta de las uñas que muchas de ellas padecen lo que ha sido descrito por la medicina como "mano hipogenital". Generalmente se trata de gente con traumas sexuales inconfesables, probablemente con problemas de identidad sexual mal asimilados. La conflictividad y la tensión sexual se traducen en sudor a través de las manos. El apretón de manos es un importante test que los piscólogos valoran como factor de "confianza" en las entrevistas de trabajo, de modo que este tipo de personas deben tener algún problema en ese aspecto. La confianza es clave.
Gregorio Marañón [eminente endocrino e intelectual que da nombre al mayor hospital de Madrid] hizo una brillante descripción de la mano hipogenital en su "Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo" (1930) Describe el doctor Marañón, al respecto de las manos sudorosas:
"otro detalle interesante de la morfología de los eunucoides y deficientes sexuales es la frialdad húmeda de las manos, descritas como "manos hipogenitales", que produce al estrecharlas una sensación de viscosidad poco agradable, por lo que es común que estos individuos esquiven dar la mano, ofreciendo solamente las punta de los dedos" (...) "...los médicos sabemos muy bien y podemos colegir, en cierto grado, la tensión sexual de un determinado individuo en la forma en que realiza este acto de sociabilidad [dando la mano], confirmando el refrán "manos frías, amor por un día; manos calientes, amor para siempre".
Este investigador [Marañón], basándose en los textos que los cronistas coetáneos de Enrique IV nos dejaron, había determinado que el rey padecía una serie de enfermedades y malformaciones que influirían de manera determinante en su carácter. Así, Marañón afirmaba que Enrique era un hombre corpulento y de altura considerable para la época, con cabeza, pies y manos grandes, progmatismo mandibular, cejas y frentes salientes y piernas largas y convergentes. Es decir, Enrique de Trastamara sufría eunucoidismo acromegálico. Lógicamente, este cuadro clínico influyó y mucho en su personalidad, ya que según el médico madrileño y otros científicos, el rey era un ser huraño, tímido, débil de carácter, abúlico, melancólico... A todo ello habría que añadir su más que probable impotencia y su negativa a estrechar la mano de nadie, ya que tenía sus manos hipogenitales (sudorosas y frías)